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dissabte, 31 d’agost del 2013

WILCO y sus circunstancias. NELS CLINE, el wilco más veterano (y prolífico).



VINNY GOLIA: “#14 – A “conversation” piece” – 1.979 – 

Segunda pista de la cara A del álbum “Openhearted”, a nombre del músico de jazz y experimentador Vinny Golia, y primero de los tres temas dentro del mismo en los que participa Nels Cline. 

Es la primera grabación sonora del arte a la guitarra de Cline, quien, bastante tiempo después, se convertiría en miembro estable de Wilco. Tenía entonces 23 años.

El disco consta de seis temas en total. Se prensó en vinilo en 1.979 y no ha conocido reedición alguna. Apareció en el propio sello de Golia, NINE WINDS RECORDS, fundado poco antes. De hecho, se trata de su segunda referencia (allmusic.com).


La portada del álbum recoge sobre un fondo blanco, un dibujo en blanco y negro de una figura a medio camino entre lo arquitectónico y lo orgánico, un ente que participa de la simetría de la concha de un molusco y, que, al mismo tiempo, con sus numerosas protuberancias sugiere otra clase de ser, un aparatoso gusano de las profundidades marinas, o, incluso, un monstruo de cómic de ciencia ficción. Al mismo tiempo, la ausencia de algo parecido a una cabeza, a los órganos sensoriales, junto con la penumbra informe que lo rodea, lo aleja de su supuesta animalidad, sugiriendo una especie de instrumento musical (un clarinete, por ejemplo, que para eso Golia es un virtuoso del mismo) reventado, deformado, mostrando sus entrañas.
Golia, aparte de músico, era pintor. No me consta si él es el autor de la ilustración de la portada, pero digamos que sí lo es. Quien fuera, influido por la pintura del suizo H. R. Giger, y por el maestro de éste, Salvador Dalí, con este cuadro representa probablemente lo que el título del disco dice, pero de aquella manera. Openhearted quiere decir “generoso, de buen corazón”. Pero Golia ha cogido la expresión inglesa y la lleva a lo literal: openhearted como “abierto de corazón”, y, de ahí, a la apertura visual del cuerpo de su música, con ese clarinete, por decir algo, despanzurrado, conectado por una forma tubular a algo que parece un planeta inerte. 

O sea, que, diciéndolo de forma críptica porque no encuentro otra forma menos sintética de expresarlo, la generosidad de la que habla Golia es la que se puede dar cuando lo que sea que provoca la disociación del músico con su música y el instrumento con el que la interpreta le deja descansar y, de nuevo entero, decide, una vez más caer en las entrañas de su extrañamiento. ¿Y qué puede provocar en el músico esa disociación con lo que hace, o con el mundo? ¿Porqué usa su música para llegar a no sé cuáles recónditos lugares del espíritu?

Respondiendo a esa pregunta, pienso que para dedicarte a hacer free jazz y música contemporánea, las parcelas de trabajo de Golia, tienes que tener algo roto por algún lado, que ni se puede arreglar ni puedes dejar de intentar hacerlo. No son estilos mayoritarios. No son nada fáciles, y no por requerir sesudos conocimientos técnicos o musicales para su ejecución o composición, que también, sino por su esencia misma. Es música que perturba los sentidos, que desconcierta y condena al oyente a un permanente estado de alerta. No acaricia, no acompaña, no ayuda a la concentración, el relax o la euforia. No transmite ideas o emociones, al menos, concretas. En todo caso, sirve para hurgar en el interior del oyente, en sus adentros más escondidos, más turbios, para obligarle a observarse.

No he escuchado apenas esta clase de músicas, así que estas reflexiones no sé si harán morirse de la risa a los seguidores de la misma. Pero da igual. Ellos son también libres de decir cualquier cosa de la vulgar música pop.

Bueno, pues eso, que son sonidos que, independientemente de la base teórica en la que se sustentan, en la supuesta exploración casi matemática que parecen perseguir sus autores que a mí, como lega absoluta y tontucia de primera, me resulta imposible de discernir, transmiten principalmente mal rollo. 

Curiosamente, pienso ahora, para los oyentes ajenos al flamenco, éste se reduce a unas letanías híper tristes soltadas con furioso chisporroteo de emociones por unos cantantes perturbados. Lo digo por lo difícil que resulta saltar la barrera para llegar al corazón del flamenco. Eso sí, cuando lo consigues tienes acceso a un auténtico tesoro, un manantial de belleza acongojante, tan enroscado en el concepto del duende que, sin él, deja de manar dicho manantial, reduciéndose su escucha a un ejercicio parecido a masticar ascuas frías. Ojo: el duende no sólo debe venir de la música pues hasta el oyente tiene que estar en la onda. 

¿Es necesario con el free jazz y la música contemporánea, y, en general, con las músicas de vanguardia más inclementes estar en la onda? ¿O basta con saltar esa barrera, entender lo que nos están ofreciendo? Para saber de qué hablamos, estas músicas tan exigentes son la culminación de siglos, en el caso de la música clásica, o de décadas, en el del jazz, de continua exploración, de enriquecimiento de cánones y lenguajes que están en continua evolución. Son construcciones cargadas de resonancias, de guiños al pasado de sus géneros respectivos y de (se siente) súbitos pasos hacia delante, pues no tiene sentido hacer músicas exploratorias e innovadoras sin hacer eso, o sea, explorar e innovar. En todas direcciones, incluso en las que rozan lo inaudible, lo histriónico, lo destructivo. Por esto último son músicos y músicas que van, pues, en contra del espíritu de casi todas las músicas y todos los músicos. Éstos saben que nunca podrán vivir de lo que graban: oyentes tan valerosos como ellos no abundan.

En todo caso, después de semejante curarme en salud ante el efecto que puede provocar la música de este álbum en un oyente estándar, a mí, particularmente, la canción a la que va dedicado este artículo, me resulta de lo más intrigante y atractiva. El comienzo, disonante crepitar del clarinete de Golia, te levanta del asiento, pero el resto discurre por sendas más pacíficas. El título de la canción, “#14 – A “conversation” piece”, podría hacer referencia a que la estructura de la canción gira en torno al diálogo  del clarinete de Golia y la trompeta de Baikida Carroll. El disco, aun grabado en directo, tiene un sonido límpido, perfecto, y hasta han tenido la deferencia, supongo que durante la mezcla de la canción, de hacer que ambos instrumentos suenen única y respectivamente por cada uno de los altavoces de tu estéreo.

Nels Cline toca la guitarra acústica en el mismo. Ésta,  junto con la percusión y el contrabajo, llena de resonancias y vericuetos misteriosos la senda melódica que emprenden clarinete y trompeta. En semejante marco, las aportaciones del dúo de vientos Vinny – Baikida están elaboradas con un lenguaje más o menos dentro de la ortodoxia jazzística. Al comienzo del tema, las disonancias entre los instrumentos remiten a la música contemporánea; en su fase final aparecen ecos de las músicas de Extremo Oriente, especialmente por la percusión. La simetría que sugiere el tema, entre las músicas cultas de Occidente y Oriente, consigue que esa tantas veces perseguida y tan pocas veces lograda fusión entre músicas y estilos dispares realmente funcione, pues sugiere un todo majestuoso. En lo que a los ingredientes sonoros de tradiciones musicales diversas se refiere no se trata, pues, de una conversación, sino de una milagrosa interconexión entre dichas tradiciones.

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fuente: http://www.ninewinds.com/Artists/pics/vggallery/Golia4.jpg

*VINNY GOLIA nació en 1.946 en el barrio del Bronx, Nueva York. Aparte de tocar el clarinete en este tema (saxos y flautas varias en el resto del álbum también), produce, arregla y escribe la totalidad de los temas de “Openhearted”.

Sus intereses crecieron en dos direcciones: la música, como intérprete y compositor, y la pintura, y no precisamente en las vertientes más comerciales de ambos campos de expresión artística. En 1.971, con 25 años, se volcó exclusivamente en la música, aunque como acreditan las cuidadas portadas de sus numerosos álbumes, aprovecha esa familiaridad con el pincel para enriquecer visualmente sus creaciones sonoras. En 1.977, ya residente en Los Ángeles, crea NINE WINDS RECORDS, sello en el que, aparte de dar salida a su propia obra, cobijará, como dice su web, la “Creación de música sorprendente de la Costa Oeste de Norte América”. 

“Openhearted” era su segundo disco. Después vendría esa interminable combinatoria con músicos diversos en diversas configuraciones que tanto caracteriza al jazz y músicas aledañas, reflejada en innumerables discos y en no pocas participaciones en giras y festivales de jazz de medio mundo. 

Pero no, su dominio de al menos 20 instrumentos de viento, aparte de algunos otros provenientes de músicas étnicas, y su estajanovismo musical no le daban de comer. Como digo, dedicarse a ensanchar límites sonoros e ignorar el modo de ganarse la vida con la música tiene el precio de la invisibilidad. De hecho, su fuente de ingresos durante largos años ha sido dar clases en el California Institute of the Arts (wikipedia), como un Sorowsky cualquiera en la escuela de Fama.

*BAIKIDA CARROLL tocaba la trompeta y un instrumento llamado fliscorno, parecido a la trompeta, pero con poco prestigio en el mundo clásico dada su bastante tardía incorporación a las orquestas. 

De raza negra, nació en St. Louis, Misuri, en 1.947. Su padre era saxofonista, con cierto renombre en la escena de jazz de su ciudad. Baikida formaba parte de la banda de su instituto, en la que llegó a coincidir con Donny Hathaway, afamado cantante de soul de filiación jazzy. Pero no se le pegó mucho, eso de la búsqueda del éxito, de su compañero de estudios.

Como todos los protagonistas de esta canción, llegó hasta ella por sendas de rocosa (y orgullosa) evolución musical. El punto de inflexión en su caso se produjo al matricularse en la Escuela de Música de las Fuerzas Armadas de su país. En lugar tan poco aparente entró en contacto con los sonidos de los que se enamoró (y a los que dedicó perlas inefables como “The spoken Word”, más de una hora de Baikida y sus trompetas, a pelo).  Allí, en la Escuela del Ejército, supo de Ornette Coleman, John Coltrane, Erick Dolphy y hasta John Cage.

A continuación pasó a integrarse en un colectivo cultural integrado por negros en su ciudad natal, llamado muy elocuentemente Black Artists Group (BAG). Este colectivo existió entre 1.968 y 1.972. Con veintipocos  años dirigió su sección free jazz.

Dicha sección llegó a grabar en Francia durante los 70 (wikipedia), a donde habían marchado en busca de más propicios horizontes económicos (y de reconocimiento). En 1.974 grabó el primer álbum a su nombre, “Orange fish tears”, aún en Francia.  

En el mismo año en que participó en “Openhearted” sacó un doble también a su nombre, el mencionado “The spoken Word”, en el que, como decía, pretende mantener la atención durante hora y pico con la participación únicamente de su persona. (wikipedia; baikida.com). 

En los huecos, rellénense las consabidas giras como músico de apoyo, colaboraciones sin fin, y, cómo no, el providencial apoyo de alguna institución cultural, llámese teatro o escuela de música, que le ofrecen encargos para componer música o puestos relacionados con la enseñanza, respectivamente. 

*ROBERTO MIRANDA se encarga del bajo. Como Baikida, tenía el ejemplo de un padre músico, esta vez percusionista. Ésa fue su primera pasión. Con su hermano formó una banda en la que él tocaba un instrumento percusivo de la tradición musical cubana: la conga.

Años más tarde, ante la marcha del bajista de la banda fraterna decide ocupar su puesto. Había aprendido a tocar el bajo en el instituto, en una asignatura semestral.

Este primer amor por la percusión y su posterior pasión imitativa por el pianista Charlie Mingus configurarán su estilo (allaboutjazz.com).

Participa en 1.972 en el disco de jazz fusión de CHARLES LLOYD “Waves”, auténtico masaje aural que huele a mar cálido. 

Ya aparecía asociado a Golia en el primer álbum de éste, “Spirits in fellowship”.  Una vez se acerca al jazz menos evidente encuentra su hogar sonoro. 

Su forma de tocar el contrabajo le aleja de ser un mero músico de acompañamiento. En sus manos suena como un instrumento melódico, ajeno y libre a las ataduras de una función meramente rítmica. 

Miranda también trabaja como profesor, esta vez como adjunto asociado, en la UCLA, que compagina con sus labores en un instituto de enseñanza secundaria (schoolofmusic.ucla.edu). Según allaboutjazz.com es el mejor bajista de Los Ángeles. Según esa web la ciudad californiana es una auténtica meca en lo que a música improvisada se refiere. 

*Paciencia, ya nos vamos acercando a Nels Cline. Ahora le toca a ALEX (CLINE), el hermano del anterior. Hermano gemelo. Alex se encargaba de la batería y percusiones varias en “#14 – A “Conversation” piece”.
Nacido en 1.956 en Los Ángeles empezó a tocar los tambores junto a Nels, éste a la guitarra, con 11 añitos. Tuvieron una banda en su pubertad, HOMOGENIZED GOO, con la que incluso llegaron a tocar tres canciones originales en la fiesta de graduación de su escuela. Por entonces, a esa tierna edad, tocaban rock & roll. Después se convirtieron en una banda instrumental (jam band, la llama Nels en su web) llamada LIQUID BLUE.

TOE QUEEN LOVE, ya en lo que en la España actual llamaríamos últimos años de la ESO, fue su siguiente encarnación. Según Nels eran hasta buenos. El contacto de los hermanos con el jazz fue en los años del bachillerato. La banda de ambos evolucionó, junto con dos compañeros más, LEE KAPLAN y MICHAEL PREUSSNER, hacia el jazz-rock más empanado. Según Nels, Lee y Michael eran unos sociópatas. También, los únicos amigos de los hermanos. Los, sucesivamente, FROG PRINTS, ANDROID FUNNEL y GLIRENDREE, tocaban una vez al año en el comedor del instituto, aunque dieron algún que otro bolo más, como rememora con sorna Nels en su página web.

Ya en la universidad Alex abrazó su nueva casa, el free jazz, esta vez sin albergar la sensación de ridículo de saberse un marginado social en el implacable mundo de los institutos estadounidenses (y de cualquier otra parte del mundo, cada vez más). 

Con 20 años creó con JAMIL SHABAKA el DUO INFINITY.

Como Roberto Miranda, el bajista en “Openhearted”, trabajó con Golia en el primer álbum de éste, “Spirits in fellowship”, de 1.977. Se convirtió en miembro estable de su grupo. El mismo año entró en el JULIUS HEMPHILL TRIO, esta vez al lado de Baikida Carroll. Y, de paso, introdujo a Nels en ese nuevo mundo, al crear con él SPIRAL, trío eléctrico de música improvisada, completado por el multi instrumentista BRIAN HORNER. 

También empezó a dar conciertos en solitario (wikipedia).

Así pues, el italoamericano Golia se supo rodear de un grupo de músicos de muy distinto origen, racial y culturalmente, y el resultado, llameante, es fruto de semejante mezcla. El negro Baikida, pura herencia free; el swing percutivo, pleno de tumbao rítmico del hispano Roberto y, enfrente, la más intelectualizada visión suya propia y de los blanquitos nerds hermanos Cline. Alex aportaba al guiso sus flirteos con la escena minimal y de vanguardia. Efectivamente: en 1.978, había participado en el disco del músico minimal ANDREA CENTAZZO “U.S.A. concerts”, en el que también intervino, en otros cortes, una futura eminencia de la música exploratoria estadounidense, John Zorn.

En 1.979, los hermanos Cline, unidos a JEFF GAUTHIER y ERIC VON ESSEN crearon QUARTET MUSIC. La consabida riada de colaboraciones, combinaciones de músicos de lo más diverso y demás no había hecho más que empezar para los dos. 

Como Miranda con los años Alex Cline acabó encontrando trabajo estable y una cama calentita y confortable a la sombra de la UCLA, como desarrollador-coordinador en el programa de entrevistas del Centro Bibliotecario para la Investigación de la Historia Oral de dicha institución.

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NELS CLINE, como hermano gemelo de Alex, nació pues en Los Ángeles en 1.956. Como también recuerda en su página web, su madre solía repetir que en su próxima vida querría ser una “guapa rubia de inteligencia limitada”. Esa cantinela, que acompañó a los pequeños Cline durante su infancia de algún modo los definiría por lo que no eran. Si no se es una rubia tonta (o un capitán del equipo de rugby en el instituto) se puede acabar tocando música improvisatoria, por ejemplo.

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