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dissabte, 29 de setembre del 2018

Cualquier tiempo pasado fue mejor: La era de la movida (también antecedentes y posmovida)

Comentarios a las canciones de esta lista de reproducción de youtube.

1978: Kaka de Luxe - Pero qué público más tonto tengo. Una de las primeras grabaciones de este seminal grupo de la movida apareció en Chapa, el sello del rock urbano. Por entonces Chapa no dudaba en publicar lo que sonara a rock, aunque no tuviera nada que ver con los trips instrumentales y el virtuosismo de la escena del rock urbano. Y aquí Fernando Márquez y compañía se mostraban como auténticos abanderados del punk, punk como actitud, pues el sonido es como de rhythm & blues británico mal tocado
Kaka de Luxe (fuente: discogs.com)

1978: Kaka de Luxe - Dos temas de "Kaka de Luxe EP.": Rosario y Toca el pito. Todavía en Chapa, que sabe Dios qué pensaban que podían hacer con esto. Chicos y chicas que matan a sus padres, referencias a la masturbación femenina.. En los 70 se transgredió probablmente más que en ninguna época. Daba un poco igual: nadie pinchaba esto, salvo... ¿Radio 3? ¿Se atreverían? Estos adolescentes españoles de clase media escuchaban a Lou Reed y David Bowie (y los entendían), leían los cómics underground anglosajones, veían las cintas de John Waters... Querían sonar como New York Dolls y probablemente coincidió su despendolado, desastrado rock & roll con el surgimiento del punk en el Reino Unido, pero eran auténtico punk. Sus canciones hablan de adolescentes perdidos y heroicos en un mundo sin referentes, en el que había que empezar como de cero. Un urinario apestoso, los bancos de un parque lleno de jeringuillas... No había más lugares para confraternizar que en medio de la basura

1980: Alaska y Los Pegamoides - Dos temas de su primer single: "Horror en el supermercado" y "El hospital". La primera, con su ritmo frenético, sus toques sintétcos y la voz aguda de Alaska remiten a The B-52's. La imagen de las chicas, Ana Curra y Alaska, también dan muchas pistas al respecto. Estaban al tanto de la calle de lo que se cocía fuera, que adaptaban sin problemas a la idiosincrasia española.

Todo cambia en "El hospital", clásico oculto de la banda, cantada por Carlos Berlanga de forma bien dulce; es una gema pop. Esto es el precedente más lejano del Donosti Sound: melodía, estribillo, delicadeza y ese no sé qué irónico. ¿Qué inspiraba a Carlos? Habrá que investigar

1980: Éjecutivos Agresivos - Mari Pili. El gran y único éxito de esta otra banda seminal de la nueva ola en España. A diferencia de Kaka de Luxe era un grupo muy accesible, con esa logradísima tralación del sonido y la estética Madness a España, pero el toque rebelde, impertinente estaba ahí, en ese estribillo que consiste en un chiste sobre una... erección. Tocaron hasta en "Aplauso", engañando a todos con su homenaje envenenado a la canción del verano.

1980: Nacha Pop - Antes de que salga el sol. Este año también vio el debut de Nacha Pop, un grupo de la onda "blanca", por decirlo así, de la movida. Con los primos de familia bien -extracción social común a los componentes de casi todos los grupos de la movida, por otro lado- Antonio Vega y Nacho García Vega al frente, y la producción, tosca a más no poder, de Teddy Bautista, este tema, que abría el disco -llamado "Nacha Pop", como ellos-, es otro de esos desarmantes ejemplos de lo bien estudiado, de lo internalizado, de lo vivido del pop y del rock por esos grupos de la movida. En los grupos de esta época es difícil encontrar falsedades, imposturas, todo suena así como si de pronto el rock y el pop fueran algo español, que fuéramos nosotros los que lo inventamos, y lo sabíamos manejar a nuestro antojo. Ese era el nivel que había, que te deja temblando.

Ni falsas retóricas, ni deseos de epatar... el rock servía, entonces en España, para trasladar una emoción muy extendida entre muchos jóvenes: pues eso, qué bien ser joven, qué bueno que es vivir en este país en el que nos dejan hacer cualquier cosa -recién recuperada la democracia era así: no había horarios de cierre de bares, discotecas, pubs.. no había control de aforos, de insonorización de locales, no había edad mínima para entrar en los bares y pedir alcohol, o la había pero se hacía casi siempre la vista gorda.., todo despendolado, alegre, sucio, ruidoso-. Cuando se tiene la convicción de que esto que se hace, la música, es lo más importante, y que no hay mañana, y que se vive en el mejor lugar posible pasa que no hay miedo ni expectativas que satisfacer y que la música se convierte en un medio de expresión de primer rango cultural. 

En este caso lo tosco, romo, del sonido no impide disfrutar de un festín de cambios de acordes, punteos de guitarra sensacionales -obra de los dos primos- trenzados con batería, bajo y guitarra rítmica de forma que no se pisan unos a otros, al estilo de otros grupos de la época amantes de la claridad: los algo posteriores Ilegales. Pienso en primer lugar en la nueva ola británica, pero esto es bastante mejor, menos enredado y deudor de la empanada mental setentera progresiva de lo que hicieran entonces Nick Lowe,Graham Parker o Elvis Costello, así que me imagino que se habrán inspirado en el power pop, y, también, en el esplendor melódico y emocional del AOR -Boston-. Y en the Police, pero sin rollo reggae ni jazz- fussion.

Tiene sentido pensar en un fondo de armario importante de escuchas apasionadas y obsesivas del pop y el rock, aparentemente de los géneros que comento arriba, durante los años de adolescencia y primera juventud de los Vega, pues cuando salió este disco ya estaban en la veintena. Antonio nació en 1957 en Madrid; Nacha Pop echó a andar en 1978 de las cenizas de un grupo anterior, Uhu Helicopter. 

El otro factor que explica la riqueza del sonido del primer disco es que los chicos de Nacha Pop, por su edad y el bagaje de años en el lado amateur de la música, es que eran buenos músicos. En especial el batería lleva en volandas, con no poca pericia, el cambiante ritmo de las canciones, con recursos diversos. Se trataba de Antonio Martín-Caruana, Ñete. Este ya había grabado en 1976 un disco de disco rock del género que los anglosajones llaman "novelty" con la dirección musical del arreglista Jesús Glück y de Tony Luz, uno de los miembros fundadores de los Pekenikes, con un grupo llamado Zapatón. Con este disco que parecía ir destinado a dar combustible a las discotecas, fenómeno nuevo y de creciente e imparable popularidad, ya se ve que de él y de los otros músicos intervinientes se espera, al menos, mantener un ritmo sostenido. 

En ese sentido, Ñete, como pasó con algún otro músico, pudo reciclarse en la posterior escena nuevaolera.

En este tema Antonio Vega ofrece el melancólico retrato de un vampiro enamorado, que advierte a su chica, que acude a él cada noche a ser mordida, 

"Desconfía de tu amigo nena
No trasnoches con tu amigo nena
El vampiro esta muy cerca de ti, de ti, de ti",

En franca oposición con la alegría de la melodía esta letra ofrece sombras y posibles metáforas de adicción:

"Esta noche estoy sintiendo la ansiedad
de besar tu dulce cuello sin parar
De tenerte entre mis brazos y de verte desfallecer"

No sé si Vega ya tenía entonces problemas de adicciones, así que puede tratarse simplemente de un reflejo de una pasión lectora o cinéfila por el mítico conde transilvano, o una letra ocurrente, sin más, en la que el autor se transfigura en una figura de maldito, en la que se encierra para protegerse de su timidez.

"Lloviendo en la ciudad". La segunda canción del disco es también espléndida. La letra es suya y de nuevo, junto a una melodía y un vigor juvenil desatado en la interpretación de Antonio hay una letra con malas vibraciones, por lo que puedo interpretar.

Habla de una adolescente que hace lo que se espera de ella: estudia, con su uniforme marrón - en un colegio de monjas, ergo, pija- y que, en el balcón de su pisazo madrileño, lejos del control paterno, se fuma sus cigarros. Pero la rebeldía la hace vivir un episodio que no quiere ni recordar: 

"Jugando a recordar
Ahora no sabes lo que pasó
Durmiendo en cualquier rincón
Quieres cambiar lo que ya cambió"

Se puede poner en relación con la primera canción del disco, "Antes de que salga el sol": "Desconfía de tu amigo, no trasnoches con tu amigo". Estas dos primeras canciones parecen hablar de paraísos de infancia perdidos, sustituidos y traicionados por un mundo extraño, para la chica que parece protagonizar ambas canciones. Hay otro verso espléndido en la canción: "Lloviendo sin parar, las casas duermen de par en par". Antonio Vega escribía entonces mejor que cualquier músico coetáneo.

1982: Sindicato Malone ‎-Solo Por Robar (Una Bomba De Neutrones, 25 Portaaviones Y Un Tractor Nuclear). Temazo, temazo que no conocía. Diossss, qué bueno es. Cualquier grupo del revival postpunk hubiera matado por sacar un tema así. Olvídense de "Take me out", y de todas las demás.

En la cara B hay un tema que los anglosajones llamarían "novelty": "Hot doo-doo", letra apenas inteligible, suma de frases sin sentido acerca de un baile inventado llamado "Hot doo-doo". La producción es horripilante pero el espíritu y la gracia están ahí. Y el saxo fantástico de Ulises Montero.

Este grupo apenas tuvo recorrido en la época de la movida: sacó este sencillo y poco más. No le fichó ningún sello importante, y eso que parecía que trataban de imitar el rollo petardo funky-punky surrealista de Alaska y los Pegamoides. Yo recuerdo el tema, lo oí en su día, creo -sólo tenía entonces nueve o 10 años o sea que probablemente, si la oí, no le presté atención porque el pop entonces no me gustaba mucho, con lo que tiendo a pensar que la escuché más tarde y ya sí me encantó-. Debo ser de las pocas fans de este grupo, pero bueno... Los miembros de este grupo sin suerte aparecen en créditos de discos de Loquillo, Los Elegantes... Destacar, como digo más arriba, la aportación del mítico Ulises Montero, y de Servando Carballar, el de Aviador DRO, en la secuenciación bastante aparente.

1982: Alaska y Los Pegamoides - Bailando

1983: Loquillo y Trogloditas - "El ritmo del garage". En 1983 salía editado el primer álbum de Loquillo Y Trogloditas, titulado como esta canción. El Loco, barcelonés nacido en 1960, contaba 23 años y ya era en sí mismo todo un personaje. No suele ser habitual en el rock, que el personaje exista y que la música que saca sea como un corolario, una consecuencia lógica. Lo que cantan en esta canción la aún adolescente Alaska y él ajustaría como un guante a la personalidad de Loquillo, podría se la transcripción tal cual de una conversación posible con su pareja. Lo malo, creo yo, para Loquillo en aquella época, es que el sonido de esta canción fundacional en su carrera sonaba a rancio, a rock polvoriento y perezoso de cualquier grupo rock en España en los denostados 70. Frente a esta especie de negación de la modernidad posnuevaolra y alarde de "autenticidad" roquera, que se ve que murió en los 70, había cosas demasiado modernas, había discos de sonido puntero, sintetizadores y alegría y confianza a raudales en el presente, precisamente los de los artistas propiamente nuevaoleros, con Alaska a la cabeza. Muchos los miraban como esos raritos revivalistas catalanes, demostración manifiesta de la superioridad de la movida madrileña frente a la inexistente escena pop catalana de entonces.

-"Rocker city". Con letra del mismo Loquillo, como no es habitual, en este tema de acerados ritmo y guitarras se muestra más apegado al presente. Los Clash de "London calling" y los Leño de "¡Corre, corre!" (1982) le vinculan con el presente; la temática (muy de cómic o de peli de serie B; ahora parecería el argumento de muchos videojuegos de éxito), con su edad juvenil. Él canta como un fiera. Con el tiempo yo creo que más de uno se dio cuenta de la valía del Loco y, lejos ya del fulgor nuevaolero se pudo al fina valorar su obra.

-"Me convertí en hombre-lobo por culpa de Los Rebeldes". En este rockabilly acelerado, casi psychobilly, de nuevo debido a la pluma de Sabino Méndez, se repite la temática de ficción de serie B, en este caso a cuenta del cine de terror. La gracia está en que se hace referencia a los paisanos de Loquillo, Los Rebeldes. Haciendo piña. Y el caso es que este disco es como la adopción por parte de los más destacados representantes de la nueva ola madrileña de estos róquers barcerloneses: el disco lo editó 3 Cipreses, el sello que fundaran Eduardo Benavente y Fernando Urrutia, hogar del rock siniestro durante años, hasta la absorción del sello por DRO. Digamos que 3 Cipreses recogía la faceta más minoritaria, osada, de la escena roquera de principios de los 80: aquellos que renegaban del pop y la accesibilidad en la que estaban establecidos a esas alturas Alaska, Radio Futura o Mecano. Entre Parálisis Permanente, Desechables (también catalanes) y los primeros, temibles, Gabinete Caligari encontraron acomodo Loquillo y Trogloditas. No sé cómo podían pasar sin más, con su enfoque adolescente, despreocupado entre grupos que, como buenos seguidores de Joy Division o Bauhaus le hacían olas a la idea del suicidio, la tortura, el asesinato... pero ahí estaban. La movida fue un movimiento más inclusivo de lo que tendemos a pensar.

Y resulta que el disco contó no solo con la edición de un sello madrileño sino que se grabó en los estudios Doublewtronics, de la capital, en un ambiente de camaradería precioso: intervienen en algún momento Alaska, Poch, miembros de Sindicato Malone y Glutamato Ye-Ye... Estos dos últimos fueron grupos que no llegaron muy lejos, si no se considera llegar lejos no pegar en las listas de éxitos pero sí sacar algunas canciones memorables. A Sindicato Malone les hemos oìdo en esta playlist su "Todo por robar 25 portaaviones, una bomba de neutrones y un tractor nuclear", una especie de variación del "Bailando" de Alaska y los Pegamoides que bien podría haber sido un exitazo porque lo tiene todo, y, en especial, un estribillo estratosférico.

Fotograma del vídeo que se grabó en 1988 del tema, en su versión en
directo que salió como single del álbum "¡A por ellos!... que son pocos
y cobardes". Loquillo escenifica aquí el éxito de la postura que tanto
dolor le proporcionaba al personaje de "Cádillac solitario": consiguió
lo que quería, un público rendido a sus pies, ser una estrella. El precio
que tuvo que pagar, quedarse solo de por vida, parecía asumible
-"Cádillac solitario". El otro punto fuerte de este "El ritmo de garage" es esta canción, que es un auténtico clásico de la música pop española. La temática adolescente prosigue, pero en este caso se da un paso más. Digamos que es la escena siguiente a la que ofrece el primer corte del álbum, "El himno del garage": ese amor que se enfrentaba, quizá, a una barrera de clases insalvable, se ha volatilizado. Loquillo repite lo que se dice por ahí, que su exnovia "se ha vuelto formal". Pero él sigue ahí, al pie del cañón, viviendo su vida de rebelde, de aspirante irredento a una vida distinta a la del resto. Ahora, ya adultos, ya sabemos muchos que el "rock & roll way of life" no consiste en otra cosa que en vivir en una especie de inconsciencia juvenil eterna. Por entonces, en 1983, para mí esta canción me sonaba a chino, no me decía nada; unos años más tarde, empapada en hip hop y, poco después, en el indie-rock más intelectualizado y destroyer, esto me sonaba a rancio. Por el medio, en 1985 o por ahí, "La bola de cristal" me enseñó a amar la música rock alternativa e iconoclasta. Aunque nunca me ha interesado la figura del roquero decadente que para mí siempre ha representado Loquillo debo admitir, a estas alturas de mi vida, que estas canciones que estoy oyendo de él me emocionan, me interpelan: me creo al personaje que, sentado en un Cadillac habla de la última rubia que ha "probado el asiento de atrás" de su coche y mira, desde su privilegiada curva del Tibidabo al barrio de su amor. Es poesía sencilla y turbadora, que habla de una encrucijada vital, entre la juventud y la edad adulta, entre tirar para un lado u otro, entre dejarse engullir por el sistema o seguir siendo fiel a tus bellos principios e ideales. Sprinsteen quizá lo expresara con una caligrafía más rica pero no más potente.

-"Pégate a mí". Otro gran tema del álbum, pero que quedó eclipsado por "El ritmo del garage" y "Cádillac solitario". Rítmico, áspero, tiene textura punk rock. No estaba muy lejos del sonido de grupos como Hertzainak, en los que el poso ska de la fórmula ska punk de los Clash en la que se inspiraran igualmente Loquillo y sus Trogloditas simplemente se nota algo más. Años más tarde Tahúres Zurdos exhibirían en sus primeros discos un sonido parecido. Eran tiempos en que se podía sonar rápido y contundente sin que los instrumentos se pisaran los unos a los otros: batería, bajo, guitarra rítmica y eléctrica iban entretejiendo la sustancia sonora de las canciones, siempre subrayando el protagonismo de la voz, siempre enriqueciendo la melodía y la lírica de la parte cantada cuando tocaba. A juego con los arañazos sonoros una letra que tiene, como mínimo, dos lecturas: una machista, según la cual la pareja del protagonista sólo puede sobrevivir en este mundo desalmado bajo la protección de su chico, y otra, más plausible, sobre lo dífícil que es mantener el tipo en una sociedad homegeneizadora, implacable con el diferente.

En el relato por etapas que parece este álbum este nuevo punto fuerte, de nuevo debido a Sabino Méndez, podría ir ubicado entre la primera, "El ritmo del garage" y "Cádillac solitario": la dificultad de perseguir los sueños de ambos acaba matando el ansia de libertad de la chica. Aquí, poco antes de volver al redil familiar.

Fotograma de "La segunda oportundiad", la serie de TVE presentada
por Paco Costas que estuvo en antena entre 1978 y 1979. Así
eran los coches y casi todas las carreteras españolas 
-"Un accidente de circulación". En la tónica del anterior, crudo y apegado al presente, pero en este caso el ejemplo es la escena que se llamó en España del after-punk, o sea, la integrada por grupos como U2, Simple Minds o Echo & The Bunnymen, y que ahora no caigo en cómo la llamaban los mismos británicos. Es llamativo lo rápido que se propagaban los nuevos sonidos desde el Reino Unido. Si alguien hoy día piensa que cómo era posible sobrevivir en la época en la que no había Internet y YouTube la respuesta viene por sí sola: en un país como España todos los nuevos sonidos que se generaron desde la New Wave en el Reino Unido tardaban apenas unos meses no sólo en ser conocidos sino incluso asimilados y transformados en algo nuevo, españolizado y, en muchos casos, tan interesante (o más) que el original. Había unas tiendas de discos de importación, unas emisoras (en especial Radio 3) y, sobre todo, unos músicos que eran los más interesados en escuchar la nueva música, ávidos de aprender, y se iban a Londres a comprar las novedades a las tiendas de discos más modernas.

En cuanto a la letra la pasión adolescente que muestran los primeros temas va dejando paso al tenebroso reverso del espejo en esta fase del disco: después de la toma de conciencia de que la juventud en sí misma no nos va a salvar del dolor (en "Pégate a mí") llega el momento de despertar a los rigores del mundo adulto: "Cádillac solitario" y esta misma. Está la ruptura con el primer amor y está la muerte de algún amigo a causa de los excesos. En este caso las virguerías al volante en una era de carreteras demencialmente peligrosas (y conducciones temerarias generalizadas):

"Mi amigo murió
en un accidente de circulación
como un triunfador
con el pie pegado al acelerador.

No vio ese camión
le clavó el volante en el corazón"

Ayer (5 de octubre de 2018) en elpais.com había precisamente una artículo dedicado a músicos prematuramente fallecidos en las últimas décadas en nuestro país. Te das cuenta leyéndolo que los que encontraron la muerte hasta mediados de los ochenta básicamente acabaron triturados o abrasados vivos dentro de sus coches en una de esas carreteras con cambios de rasante asesinos, con curvas de 90º sin señalizar, con cruces sin visibilidad, que tantas vidas por delante se llevaron durante décadas: Cecilia, Nino Bravo, Eduardo Benavente (precisamente el fundador de 3 Cipreses murió así en 1982) y Jesús de la Rosa, de Triana, que moría en 1983. Todos los que tenemos unos años hemos llorado a algún familiar o amigo muerto así, en plena juventud, caído por no llevar el cinturón o por ir a toda mecha por cualquier carreterucha española (no había autopistas prácticamente o sea que podía tocarle a cualquiera).

Loquillo y Trogloditas en su actuación en "La edad de oro",
el programa que presentaba Paloma Chamorro,
en 1983. Aquí se presenta en la sofisticada sociedad
del Madrid de la época, todo apostura roquera y
masculinidad. Digo yo que su ejemplo animó a grupos como
Gabinete Cali Gari a deshacerse de sus tics góticos y
abrazar la hombría a la española
-"María". Los Trogloditas levantan el pie del acelerador y se visten de pop-rock casi naíf, acorde con la encantadora letra del tema. Bien: ahora volvemos muy atrás en la supuesta sucesión temporal que es este álbum, a la altura de los 16 años. Sabino Méndez-Loquillo se impersonan en Maria, la chica "normal", enfrentada como le ocurre a una parte de los adolescentes (no me atrevo a decir que a todos) a una confusión y vacío existencial. En estas el rock se cruzó en su camino y ya no hubo marcha atrás. Sabino Méndez lo cuenta mejor: de nuevo Sprinsteen como inspiración, esa capacidad de hacer poesía con los avatares de la vida cotidiana que te pone al borde del llanto. El hechizo, el misterio de estar vivos, podría decirse. La última estrofa de la canción se te clava en el corazón:

"ha vendido su alma,
ha aprendido a bailar.
Y hoy intuye como volar."

Es otra gema igualmente oculta dentro un álbum repleto de canciones que rozan la perfección.

Y a pesar de la belleza de estas canciones una no puede evitar pensar que, como en el caso de Springsteen, esa capacidad de captar la verdad de las cosas sin ironía ni superficialidad, sin amargura o resquemor se perdió no bien el binomio Loquillo-Sabino, con el tiempo se acabó convirtiendo en una especie de factoría de éxitos, todo impostura y ejercicios de estilo.

-"Tejanos rellenos". La primera canción un poco de relleno, como su nombre indica: es como un tópico roquero, la canción de la chica despampanante que pone loco al protagonista de la canción, y que acaba en relación sexual. Se puede contar esta historia más o menos bien aunque no suelen abundar las buenas canciones sobre la cuestión. Se pueden contar estas cosas sin mucha literatura, de forma directa, sencilla y turbadora, como los Solo los Solo de "Quiero que ahora me folles" (1998) o dotándolas de un halo místico, heroico (¿peliculero?) como la ya mentada "Toro" de El Columpio Asesino. Pero Sabino no tenía un buen día cuando escribió esta enésima (mediocre) variación sobre el tema. Mete también el asunto de la juventud excesiva de la chica. ¿Escarceo con una groupie? El otro día me acordé de una anécdota de hace muchos años. Yo trabajaba en una heladería durante un verano. Una de mis colegas presumía de haberse acostado con Loquillo. De eso va también el rock (la fama), desde hace muchos años: las estrellas masculinas tienen ese harén que tanto anhelaron cuando no los conocía nadie. Drake, por ejemplo, que debe ser de los que cuentan con más groupies interesadas en pasar por su catre, decía en su primera mixtape, de 2006, lo siguiente: " esas pibas que antes ni me devolvían la llamada, y que ahora se me arriman, y me tientan".

Ulises Montero en el vídeo de youtube "LOS COYOTES & ULISES - Aquí estoy de
nuevo", subido por Manu Guinarte. Corresponde a la actuación del grupo de 
Víctor Abundancia en La Edad de Oro en 1983.
-"Quiero un camión". Hacía millones de años que no escuchaba esta canción. Ahora que la oigo después de lo menos 35 años me doy cuenta de tres cosas:

1- Alaska cantaba en ella. Segunda colaboración en el disco de la mexicana y, precisamente, en la otra canción del disco diseñada para causar sensación. Si Loquillo no lograba pegar con "El ritmo del garage" tendría que ser con "Quiero un camión" de todas todas.

2 - El hecho es que la canción se convirtió en un éxito masivo. Yo la recuerdo utilizada en un anuncio radiofónico de Radio Elche Onda Media: eso es señal de trascendencia popular. De hecho creo que el recuerdo que tenía es el del anuncio radiofónico y no de la canción en sí.

Y 3 - Es de las que tienen mejores arreglos y sonido del disco: el entramado instrumental tiene un añejo aire de hillbilly - rockabilly - blues sorprendentemente logrado. La contribución de la armónica es muy relevante pero no es el único instrumento que nos lleva en volandas a un mundo de hacía 30 años casi, del otro lado del mundo, en los albores de la era del rock & roll. Los productores del disco logran una recreación fresca y excitante del rockabilly en el que comenzó Loquillo varios años atrás. Se nota que Sabino Méndez y Jorge Arbolés (los productores: el primero ya sabemos quién es, autor de todas las músicas y casi todas las letras del disco; el segundo, batería que participó en cantidad de proyectos, desde Alaska y Pegamoides a La Frontera y que encontró la muerte tan pronto como en 1992) se movían aquí con comodidad y conocimiento de causa, más, al menos, que en los temas en los que se proponen acercarse a géneros más recientes (los de tono psychobilly, after punk o Clash). Por otro lado el saxofonista Ulises Montero, secundario de lujo de la movida como Arbolés, es el responsable de esa armónica extraordinara. Un secundario que, como Arbolés, murió muy pronto pero que logró una (triste) gloria póstuma gracias al tema de Gabinete Caligari "Tócala, Uli" (1988). El tema fue un éxito pero muy pocos sabrían quién era el tal Uli. Pues el que tocaba la armónica en ese pelotazo de 1983 que fue "Quiero un camión" (y el saxo en el resto del disco).

Contraportada de "Canciones profanas", el álbum de
1983 que  contenía "Crisis"
1983: Dinarama + Alaska - Crisis. Aquí de nuevo Alaska con Nacho Canut y Carlos Berlanga en una nueva encarnación. Flipante, primero, como estos tres arrasaron en 1980 con un tema como "Horror en el supermercado" y luego dos años más tarde con "Bailando". Del yeyè punk de la primera al punk-glam-disco-funk de esta última y siguen evolucionando hacia un sonido aún más bailable, aún más contundente, con un solo de guitarra heavy metalera que es su punto culminante. Yo creo que el Prince de la época se sentiría orgulloso de un tema así. Por no hablar de la letra y la interpretación, como siempre, avasalladora de Alaska: una enumeración de palabras, supongo que las más repetidas en los Telediarios, las más oídas en radios y leídas en la prensa en esa época convulsa pos intento de golpe de estado de Tejero.

""Inflación, devaluación, explotación, deuda exterior.
Inflación, devaluación, explotación, deuda exterior.

Crisis, crisis, crisis, crisis.
Crisis, crisis, crisis, crisis.

Crimen, robo, extorsión, rapto,
atraco, violación, adulterio, herpes,
trata, alterne, mafia, juego,
vicio, droga, Sodoma, Gomorra."

Ves, cuando sueltan "Explotación" que estos tres también podían tener un discurso izquierdista aunque no se volvió a saber de esa filiación ideológica como no se tenía noticia de ella antes de esta canción. Y ves, con el requiebro irónico de "Sodoma, Gomorra", que esto es Nueva Ola y no post-punk británico de unos cuantos años antes, ni son The Fall, aunque, de nuevo, Mark E. Smith si hubiera conocido la canción le hubiera entusiasmado (o no, quién sabe). La impresión es de pasmo, sorpresa, es de "Dios mío, cuantas canciones memorables me encuentro deambulando un poco al azar por esta época". Y de pasmo, otra vez, al comprobar cómo Alaska y compañía pasaban del enorme éxito del que ya gozaban para seguir a lo suyo, explorando en su estilo sin descanso, evolucionando y dejándolos a todos atrás.

Poniéndome sociológica esta sucesión de palabras que es la letra, que, por cierto, bien podría aplicarse sin más a esta actualidad plomiza, insoportable que nos ahoga, explica de alguna manera el porqué de la movida: en esos tiempos convulsos, casi dramáticos, no había Ley Mordaza, ni limitaciones en los horarios de apertura de discotecas, pubs y demás, ni limitaciones de edad en el acceso a dichos antros, ni limitaciones casi de ninguna clase. Había una libertad absoluta en medio del caos. Eso explicaría por sí misma los desbarres sucesivos de la movida, el rock radical vasco y la ruta del bacalao.

En esta época Dinarama + Alaska era un equipo más amplio del trío conocido. Tenía un papel relevante, por ejemplo, el teclista Marcos Mantero. Es el señor más mayor de los que salen en la foto. No tenía un aspecto nuevaolero porque era mucho más veterano que sus compañeros. Nacido en 1951 le sacaba 13 años a Olvido Gara. Esa veteranía debió contribuir lo suyo a otorgar un aire más soulero o funky al sonido del grupo pues venía de participar en multitud de proyectos de los 70. Sevillano, intervino de lleno en el movimiento del rock andaluz y hasta participó en algún disco de Lole y Manuel. Ya sabemos que en los 70 había que saber tocar y muy bien. Con ese bagaje contribuyó lo suyo en la evolución del sonido de la banda.

Ana Curra, partícipe hasta entonces en la primera época dorada de la saga Alaska+Canut+Berlanga, y, por tanto, responsable de la emblemática intro de teclado (y todo el teclado) de "Horror en el supermercado" o los sintetizadores igualmente memorables de "Quiero ser un bote de Colón", se vio relegada a mera coautora de varias de las canciones del disco.

Fotograma del documental "ROCK OLA - Una
noche en la movida, años 80, pop español
musica documental, reportaje, conciertos",
colgado en youtube por 80s Barcelona.
En https://www.jotdown.es/2014/02/ana-curra-hubo-dos-movidas-la-light-que-se-ha-vendido-y-la-de-los-perdedores-y-transgresores/ Ana Curra cuenta alguna cosa de la Alaska de esa época. Curiosamente era como la vemos hoy en día: tranquila en su casa, rodeada de sus fetiches, sus libros, sus revistas, empapándose de todo lo que le interesaba.

A sus 19 años "no salía apenas y no se drogaba, pero le gustaba conocer al día siguiente qué es lo que había pasado, quién había dicho qué y quién estaba con quién y qué era lo que había ocurrido. Olvido siempre fue más teórica que práctica y nunca arriesgó demasiado."

Como siempre suele suceder los comentarios al pie del artículo son casi lo mejor:

Dice el usuario jose

"07/02/2014 at 17:24

La [movida] de los ciudadanos eran miles y miles de jóvenes llenando las calles y los bares de Moncloa, Alonso Martínez, Bilbao, Malasaña, etc, y los pueblos de la sierra (Villalba, Guadarrama, Alpedrete, El Escorial, Navacerrada, etc), y oyendo música extranjera, y de música española a Los Secretos, Nacha Pop, Hombres G, Totem, Mecano, etc.

La movida de los medios de comunicación era no más de 1.000 personas (esta cifra la dio Alaska en una entrevista), vestida de forma bastante penosa, drogándose hasta las cejas, creyéndose modernos a base de hacer el hortera, y haciendo una música infumable… pero con el apoyo de todos los medios de comunicación que no paraban de ensalzarles y llamarles genios… y, en general, es de esta segunda movida de la que siguen hablando los medios de comunicación, aunque ocultan la música insoportable que hacían, y se han visto obligados a reconocer que la música buena era la de la movida de los ciudadanos, la que en aquella época denostaban los medios de comunicación, incluso la llamaban “pop baboso”.

Y aquí la correspondiente répica de José Lanot

"07/02/2014 at 21:06

Yo lo recuerdo de otra manera y precisamente por eso me interesa tu comentario. Recuerdo no más de trescientas o cuatrocientas personas (hablo de Madrid capital, desconozco totalmente cómo se vivió en la sierra o en otras partes del país) yendo a los conciertos. En lo que más en desacuerdo estoy contigo es en la distinción que haces entre los grupos. Para mis amigos y para mí Nacha Pop y los Zombies (por citar dos muy diferentes, tanto en forma musical como en estética) eran parte de lo mismo, íbamos a todos los conciertos que podíamos, sólo mucho después la nube de excitación en que vivíamos permanentemente comenzó a didsiparse y fuimos capaces de distinguir unas cosas de otras. Estábamos tan flipados por todo aquello que nos parecía que, después de Londres y Nueva York, Madrid era el Camelot del pop internacional. Lógico, lo mismo que piensas durante un tiempo que el grupo en el que tocas es el mejor del mundo. La importancia de la radio fue capital, tanto para escuchar las maquetas recién grabadas de los grupos nacionales como para seguir el día a día de lo que pasaba en Inglaterra o en los Estados Unidos, pero sobre todo para hacernos sentir que estábamos viviendo algo muy grande, que éramos parte de algo que estaba ocurriendo en “todo” el mundo. No entro a juzgar la categoría artística de nadie, porque, aunque parezca un contrasentido, la categoría artística de los grupos carece de importancia cuando se trata del despertar de un cierto tipo de conciencia. Y en éso la “movida” (fíjate, el uso y abuso que se ha hecho de la palabra hace que a veces me dé grima usarla) fue un éxito absoluto."

Y en el legado musical que dejó, José Lanot.

La sala Rock-Ola era ese lugar donde los 300, 400 o 1000 que eran realmente los partícipes de la movida (el resto de madrileños jóvenes eran pijos que oían a Mecano según Jose, aunque había otro Madrid, en los barrios obreros, donde el rock urbano de Leño no dejó de oírse, y aún otro Madrid donde sonaban los Chichos y los Chunguitos, del que no habla Jose). Era un movimiento de vanguardia: siempre lo han sido así, estos movimientos rompedores, hay cuatro gatos implicados y se van espoleando los unos con los logros de los otros. Hay un sentimiento de comunidad pero también llega el cansancio, el cumplir años, el querer llevar una vida más ordenada... Y el éxito de algunos de ellos, que envenena a los otros. Como todas las pandillas juveniles (menos la de Antonio Resines) toda esa gente fue tirando cada una para un lado. La gente se une por lo que sea (una sala donde pinchaban la mejor música, unas leyes inexistentes en lo que regulación de las diversiones nocturnas se refiere, una emisora concreta que publicitaba a los cuatro gatos que querían oírlo lo que estaba ocurriendo) y luego resultó que todo aquello quedó en nada. Aunque Ana Curra, de su excolega y amiga Alaska diga, en esa entrevista, "Me encantaría que hubiera sido posible seguir siendo amigas, pero creo que cada uno elige a quien quiere tener alrededor en su día a día y no es nuestro caso."

En eso consiste ser adulto: olvidar que no se sabe muy bien porqué un día una serie de gente eran tus mejores amigos.

1984: Alaska y Dinarama - "Un hombre de verdad".

1984: Ilegales - "La chica del club de golf". Qué grupo más infravalorado. No sé si eran las pintas de Jorge Martínez y esa voz suya fría y como de serpiente, la esquelética vestimenta instrumental (batería, bajo y guitarra rítmica que apenas se pisan, como una versión lo fi de los Police) o canciones salvajes como "Eres una puta", pero el caso es que temas como este no se ven con frecuencia. Esto es poesía rock, pura, auténtica. En esa época los letristas buenos eran tan abundantes que casi se daba por supuesto que un grupo tuviera buenas letras. Pero en estos tiempos, algo más escasos de labia, deberíamos estar estudiándolos y rindiéndoles pleitesía.

1984: Radio Futura - Semilla negra

Portada del EP "Cuatro rosas" de Gabinete Caligari, editado
en 1984


1984: Gabinete Caligari - Esclavo de tus pies. El sonido bruñido del EP "Cuatro rosas" se debía a la adquisición por los estudios Doublewtronics, el centro neurálgico de la grabación independiente en la capital, de una mesa de mezclas Sony digital, igual a que se utilizara en la grabación del influencial "The river" de Bruce Springsteen. Eso cuenta Manu Guinarte en el detalle de este tema subido a youtube. Los de Jaime Urrutia ya exhibían un sonido clásico, intemporal, lejos de las servidumbres estilísticas de sus principios. Fascina como en tan poco tiempo este grupo y Radio Futura en especial encontraron su propio estilo, tan marcado, con tanta personalidad. Es algo que no deja de sorprender a estas alturas, lejos, muy lejos de los brillos de nuestra escena pop de los 80.

En el caso de Gabinete Caligari un aire pop swing, unos arreglos de viento que ensanchan horizontes sonoros, como ocurriera con los vientos espectaculares del coetáneo "Deseo carnal" de Alaska y Dinarama.

Gracias al comentario de David Sabio a la canción me entero de que "Cuatro rosas" fue presentada en concierto en la sala Astoria de Madrid. Eso ocurrió a principios de 1985. En El País hay una crítica firmada por Santiago Alcanda en la que lo único que parece llamarle la atención al periodista son las apreturas de la sala, provocadas por el gran interés que despertaba ya el grupo (y que a raíz del éxito del tema central del EP se desbordaría completamente en breve) y las buenas prestaciones vocales de la vocalista Teresa Verdera, que colaborara en los directos del grupo. El bueno de Alcanda "peca" de lo mismo que Julio Ruiz: no parece agradarle el rock como coto cerrado masculino. En sus programas en Radio 3 sí que hay cupos voluntarios de cantantes femeninas: suenan en el 50% o más en cada uno de ellos. Esta postura tan loable, que por desgracia no abunda en el resto de la programación de la cadena, es quizá la que le impidió esa noche valorar lo que estaba viendo. "tres rockeros que ejercen como tales y como machos con patillas". Ya había más gallitos en el rock de entonces: Loquillo no se sentiría tan solo en ese papel. Pero eran más que unos patilludos y su EP se acabó convirtiendo en un clásico inapelable de la música española.

Gabinete Caligari se deshicieron muy pronto, como decía, del influjo anglosajón. Sólo quedó en ellos un rastro de rock & roll primigenio y swing, que por su rotunda melodiosidad y sus suntuosos arreglos retro podía recordar a artistas pop españoles sobreproducidos de los 60 y 70, como Marisol o Jeanette.

En esos tiempos de negación de todo rasgo de casticismo allí estaban ellos con su aire como de gitanos guaperas de los 60, y no dudaban en pregonar su afición por el toreo. Rafael de Paula era uno de sus toreros favoritos. Destaca David Sabio como en ese concierto de presentación en la sala Astoria "le dedicaron el concierto a Rafael de Paula que por aquel entonces estaba acusado de haber intentado matar a su mujer." Eran otros tiempos: como dice una cita que leí en El País hace unas semanas "El pasado es una país extranjero: allí hacen las cosas distinto".

1985: Nacha Pop - Lo que tú y yo sabemos. Tema compuesto y cantado por Antonio Vega en el álbum "Dibujos animados". Producido por los mismos Nacha Pop y el productor serbio recién instalado en España Kornelije Kovač muestra lo que también se vería en el disco de 1987 "El momento": la falta de ideas claras en el sonido que el grupo quería conseguir. La batería suena muy alta en la mezcla y el resto de instrumentos se empastan detrás, superponiéndose. De todo lo que hay en esta entrada de Nacha Pop siempre comento lo mismo: canciones con grandes posibilidades, muy bien escritas, con grandes letras, con gran interpretación vocal de Antonio Vega -tan desvalido él, me recuerda a Sinéad O'Connor, cuando de pronto, esa voz dubitativa, de alguien golpeado en su autoestima atrozmente, que gasta en el verso de pronto eleva el tono y alcanza erizantes notas agudas en el estribillo-, y producidas mierdosamente. 

Lo mismo decir de las portadas. Veamos esta. Sí, tan fea y sin gracia como las demás. Era un mal tan extendido en las producciones musicales de entonces, la mala producción y las malas portadas -por no hablar de los vídeos- que casi no sorprende. Pero apena, pues Nacha Pop recibió un trato de grupo de segunda división casi desde el minuto uno por su compañía discográfica -la portada del primer disco sí que me parece muy chula, pura esencia nuevaolera, sus caras algo agotadas, desorientadas, juveniles a más no poder, deslumbradas de espaldas a un incipiente amanecer-.

En esta canción cuenta Antonio Vega su vida desde que Nacha Pop lograra el éxito, de forma resumida, críptica, poética y brillantemente:

"Salir, tocar para verte sonreír,
coger al vuelo el sentido de vivir.

Y después, a la hora de volver
conservar el secreto en mi poder.

Un viaje más, olvidar la luz de un bar,
durmiendo mal y soñando con cantar.

Y después, a la hora de volver,
conservar el secreto en mi poder.

Sólo al final
tiene sentido la soledad,
cuando el silencio es total
no queda nadie en el local

Mil caras que estudiar,
mil caras que olvidar.

Correr, sudar, no hay manera de engordar,
sobrevivir al veneno de tocar.

Sólo al final
cobra sentido la soledad,
cuando el silencio es total
queda el espacio para pensar.

Y después, a la hora de volver,
conservar el secreto en mi poder.

Algo que tú y yo sabemos.

Algo entre tú y yo, no hablemos."

1987: Loquillo - "La mataré". En cuatro años el sonido añejo, algo fuera de lugar en plena eclosión nuevaolera,  de Loquillo y Trogloditas se había convertido en una apisonadora rock en este tema excelente, un clásico culpable a estas alturas debido a sus terribles resonancias machistas (de nuevo traer aquí esa cita que aplico en la canción de Gabinete Caligari). El sonido de la batería se multiplica hasta parecer el batir de palmas acelerado de la rumba, en una apasionante depuración de lo que debe ser un rock español. Muchos años más tarde oímos esa cadencia en "Toro", de El Columpio Asesino (2011), poco después replicado en "Ser brigada" de León Benavente (2013). Puro rock como se entiende el puro rock hecho en castellano.

Álex y Chrisitina. Portada del maxi "Mil cambios de color", editado por WEA en 1978.

1987: Álex y Christina - Mil cambios de color (verisón larga). Después de Alaska la otra artista que se lleva la palma en cuanto a longevidad artística acompañada de fecundidad creativa en el pop español es Christina Rosenvinge. Como Alaska ha pasado por distintas fases con la peculiaridad de que Christina siempre ha ido a más en cuanto a enjundia en su producción musical. Ella entró muy jovencita en el negocio musical, como Alaska, pero, a diferencia de la mexicana, llegó cuando ya había montado todo un tinglado comercial alrededor del pop-rock en España. Alaska y otro pioneros contribuyeron decisivamente a crear dicho tinglado, al demostrar que un pop juvenil, desprejuiciado, abierto a las influencias anglosajonas podía causar sensación entre mucha gente, a los jóvenes de cualquier clase social, y, en especial, a los jóvenes de la clase social que se podía permitir comprar discos y entradas para ver conciertos: la cada vez más extensa clase media.

En España el concepto de pop comercial vino ligado desde tiempo atrás a las cantantes femeninas. Arraigado en el imaginario colectivo estaban las cantantes de copla, tótems como Imperio Argentina, Concha Piquer, Lola Flores... La irrupción del fenómeno de las chicas yeyé en los 60 suponía una renovación de estas figuras femeninas, significativamente atractivas para el gran público en un país tan machista como el nuestro. Es curioso cómo la movida sólo pudo despegar comercialmente, y se convirtió en un fenómeno incontenible con el éxito de "Bailando", interpretado en la andrógina voz de Alaska. Antes que ella Mecano abría el melón del tecno pop patrio y transformaron para siempre la cara del pop en los 80. Después de Mecano llegaron Olé Olé, Objetivo Birmania, Vídeo, Betty Troupe... siempre con chicas al frente. El hecho de tener chicas cantantes redoblaba el interés de las compañías discográficas: chicas modernas y/o sexis y canciones pegadizas parecían equivaler a éxito asegurado.

Cuando Álex y Christina llegaron a la escena musical de la mano de WEA la movida ya había desaparecido. Y lo que quedaba era un industria que exprimía sin piedad los rescoldos de la creatividad de apenas unos años atrás. Los arriesgados artistas que fascinaron a principios de década, con las excepciones ya mencionadas, no dudaron en vender todas las acciones de sus empresas artísticas, como quien dice, cobrar las plusvalías y a vivir como reyes en su rápidamente ganada posición en la clase acomodada. Y los que llegaban ya tenían el caminito maracado, su senda: si WEA ponía el dinero Christina tendría que vestirse, maquillarse, cantar y moverse como WEA dijera.

"Mil cambios de color", a pesar de todo lo dicho, no está nada mal. Como su nombre indica desprende luz, con esa letra que es un homenaje a la filosofía de Heráclito (todo cambia; nunca te puedes bañar en el mismo río) y al fatalismo (es imposible decidir sobre tu vida, estás en manos de fuerzas desconocidas). Lo que chirría un poquito es la forzada mezcla de ingenuidad y sensualidad del personaje encarnado en Christina. Una nueva Marilyn, se decían los ejecutivos de su casa discográfica, una réplica de la por entonces exitosa Marta Sánchez.

El sonido es un contundente remozado del electro de principios de década, con el que contonearse distraídamente en el pub un viernes noche rodeado de tus amigos pijos (si es qu eras un pijo/a adolescente cuando salió esta canción).

Como dice el usuario de youtube que ha subido "Yo quiero ser yo", cara B del single que en la cara A tenía "Mil cambios de color", dsequence, "Yo quiero ser yo" es una "estupenda cara B del single de debut de Alex & Christina, inexplicablemente ignorada en el álbum y recopilaciones posteriores." Pues eso, aquí se veía realmente el potencial del grupo: letra con miga, aunque algo formulaica, acerca del libre albedrío, como de reivindicación de la espontaneidad femenina, heredera directa de la gran "No controles" de Olé Olé. Y en cuanto a la música, entiendo que obra de Álex de la Nuez, es una muestra elaborada y emotiva de pop, empujada a las alturas por la producción de un sembrado Nacho Cano. Una exquisitez olvidada, a la que se le puede aplicar lo que digo más arriba de "vender todas las acciones de su empresa artística", bla bla bla, sólo que en este caso Mecano precisamente no andaban de capa caída, estaban en flor, y de ese florecimiento creativo no se beneficiaron sólo ellos.

1987: Nacha Pop - Lucha de gigantes. Si a estas alturas es una de las canciones más emblemáticas asociadas con Antonio Vega, cuando salió pasó desapercibida. Era un tema sin sencillo del álbum "El momento", editado, valga la redundancia, no en un momento especialmente boyante en cuanto a éxito de la banda. Tiraban del empuje pop del talante del otro compositor de la banda, Nacho García Vega, con el single "Vístete", que no fue demasiado bien en las radiofórmulas. En 1987 los grupos supervivientes de la movida, los más exitosos, ofrecían discos con producciones impolutas, contundentes, irreprochables. Nacha Pop no se procuró esa escalada al perfeccionismo y eso fue lo que los fue arrinconando. Tampoco había equilibrio entre la brumosa ambición compositiva de Antonio Vega y la inclinación juvenil de su primo. Así, Antonio se podía permitir hacer un temazo monumental, lacrimógeno de algún modo, pero cantado con una garra y un sentimiento que desarman. La letra es un prodigio poético, sin nada que envidiar a los grandes letristas del momento en el pop hispano -Santiago Auserón y Manolo García-, y la producción es una soporífera suma de elementos del pop adulto de entonces -guitarras en segundo plano y teclados atmosféricos vaporosos, batería sin pegada...- y alguna ocurrencia extraña, como meter vítores de público al principio, como si fuera un directo, debida a Carlos Narea. Este chileno produjo decenas de discos en España en los 80, sin que destaque ninguno de ellos precisamente por la brillantez del sonido. Por ejemplo, es responsable de la insufrible falta de profundidad sonora del "Corre, corre" (1983) de Leño. 

Pero, como digo, la canción tenía entidad suficiente para que, al final, alguien reparara en ella -en concreto Alejandro González Iñárritu para la banda sonora de "Amores perros" (2001)- y la convirtiera en clásico a posteriori -y, por tanto atemporal- de nuestro pop:

"Lucha de gigantes
Convierte
El aire en gas natural
Un duelo salvaje
Advierte
Lo cerca que ando de entrar

En un mundo descomunal
Siento mi fragilidad

Vaya pesadilla
Corriendo
Con una bestia detrás
Dime que es mentira todo
Un sueño tonto y no más

Me da miedo la enormidad
Donde nadie oye mi voz

Deja de engañar
No quieras ocultar
Que has pasado sin tropezar
Monstruo de papel
No sé contra quién voy

¿O es que acaso hay alguien mas aquí?

Creo en los fantasmas terribles
De algún extraño lugar
Y en mis tonterías
Para hacer tu risa estallar

En un mundo descomunal
Siento tu fragilidad

Deja de engañar
No quieras ocultar
Que has pasado sin tropezar
Monstruo de papel
No sé contra quién voy
¿O es que acaso hay alguien más aquí?

Deja que pasemos sin miedo"

Esta letra es un auténtico festín para psicoanalistas... El tono, a pesar de estos versos "Y en mis tonterías
para hacer tu risa estallar", es sombrío, amenazante, psicótico. Hay una lucha por salir de alguna parte terrible de su subconsciente y, explícitamente, el deseo de salir a la luz: "Deja que pasemos sin miedo". En los comentarios a una versión en directo de la canción subida en youtube encuentro este: Sonia Barrios: "Él mismo lo explicó a la revista Rolling Stone poco tiempo antes de morir y habla de la grandeza del universo y lo pequeños e insignificantes que somos en él, tenia una fascinación por la astrofísica, él mismo nombró a esta canción como una “oda a la astrofísica”. Y este otro: Martin Orozco Sobrevilla: "Ningún comentario es correcto, la letra se refiere a cuando le diagnosticaron su enfermedad, "monstruo de papel" se refiere al diagnóstico del doctor. No sé porqué carajos hablan de la lucha contra las drogas". Se tiende a pensar que en la canción habla de su lucha contra las drogas, visto lo que le ocurrió años después. Desde luego el lugar desde el que la escribió no era muy alegre que digamos.

No sé qué llevó a Nacha Pop elegir la portada del disco. Tienes que fijarte bien para saber qué pasa ahí: aparece un componente del grupo, al que no vemos la cara, agarrado a una especie de mástil, con una chimenea de una fábrica detrás; los primos, a los que sí vemos la cara, se aferran entre sí en torno al mástil. De primeras parecen un grupo de guerrilleros aferrados a un rifle; luego, cuando ves que llevan ropa de calle normal, piensas en un homenaje raro a esa famosa foto de los marines plantando una bandera estadounidense en no se qué batalla del Pacífico; por último, cuando compruebas que no es un arma ya no sabes qué pensar. Esa foto y la producción de Carlos Narea demostraba que el grupo no tenía una cabeza pensante y decisoria con las ideas claras ni un sello discográfico en condiciones -era Polydor entonces- que cuidara de sus intereses.

1988: Álex & Christina - Dulce maldición.



Álex y Christina, según cuentan en el Rockopop donde se emitió este vídeo, realizado por Víctor Serrano (que era asimismo el realizador del programa), recibieron una llamada de RTVE con la propuesta de representar a España en el festival de la OTI. Les dieron carta blanca para escribir lo que quisieran. El primer álbum del dúo ya había aparecido meses atrás, con un single de tanto éxito como “Chas… y aparezco a tu lado”. Pop afrancesado, placer culpable, como se suele decir, y, en realidad, fenómeno peculiar e incomprendido de una década tan fructífera para el pop español (y, en particular, madrileño) como fue la de los 80. Aquí se lanzó al dúo como secuela del pop bailable con chica sexy al frente que representaba Olé Olé pero lo más parecido musicalmente a lo que hacían estaba al otro lado de los Pirineos (o a este, pues Cathy Claret estaba entre los dos mundos por entonces), con referentes tan claros como la Vanessa Paradis de “Joe le Taxi”, tema aparecido en 1987, y gran éxito a nivel europeo.

Aunque Christina Rosenvinge hubiera preferido que este asunto no hubiera ocurrido jamás no podemos evitar, nosotros, pobres humanos, disfrutar de delicias como esta, con una pequeña celebridad de la era synth-pop, si los créditos del single no son incorrectos, tal que Thomas Dolby en el diseño de sonido. De qué modo llegó el creador de “Hyper-active”, maravilloso éxito de 1984 olvidadísimo a estas alturas (con un vídeo clip memorable) hasta la consola de un, asimismo, olvidado y maldito single de Álex & Christina, que ni tan siquiera apareció en su versión original en el segundo álbum del dúo (sí una versión acústica) y que tampoco parece que haya sido reeditado nunca ni aparecido en cedé, puede ser como sigue:

Los Mecano de principios de los 80, como otros artistas del momento en España (como la saga Alaska – Nacho Canut – Carlos Berlanga o Radio Futura) no dudaban en mirar de tú a tú a los artistas pop del momento en el Reino Unido. En ese momento privaba el synth pop, género en el que el uso de tecnologías punteras de grabación era algo consustancial al mismo. En pocos años estos artistas pasaron de ser voluntariosos imitadores de intrincados texturas, ritmos y sintes arpegiados a hacerse con la tecnología de sus héroes, contratarlos para producir su música y hasta superar a los británicos en inventiva. Si Alaska y Dinarama se hizo con los servicios de Nick Patrick en “Deseo carnal” (1984) y Radio Futura de Joe Dworniak en “Ciudad interior” (1985) la elección de, en este caso, Nacho Cano, fue crear un estudio con toda la cacharrería que hiciera de los discos de la época de Peter Gabriel pequeñas maravillas ((fuente: http://www.anatorroja.com/foro/viewtopic.php?f=3&t=5043). Así, entre 1984 y 1985 montó en la calle Cristóbal Bordiú de Madrid los Estudios Fairlight, en los que, como su nombre indicaba, se hizo con un Fairlight CMI, un sintetizador digital (el primero en el que se usaron microprocesadores), sámpler y estación de trabajo de audio digital, creado por unos australianos y comercializado por primera vez en 1979, y que, como decía, entusiasmó a Peter Gabriel (su primer usuario en el Reino Unido) y apareció intensivamente en la muy sintética música de principios de los 80 (desde Trevor Horn hasta Kate Bush), si bien su prohibitivo coste la convirtió en juguete de músicos ricos y productores comerciales. Thomas Dolby fue uno de los usuarios de este instrumento que fue el sucesor del Mellotron (primer teclado que emitía sonidos pregrabados, “muestreados”, en cada tecla). Y Marley Marl le dotó de un nuevo sentido al usarlo como caja de ritmos, con ritmos tomados de cualquier fuente sonora, ya en 1984, dando lugar a su uso intensivo en el hip hop desde ese momento.

Ahí es donde entra Thomas Dolby, pues, en escena. Nacho Cano aprovecha sus conocimientos para diversas canciones que se hicieron en ese estudio suyo. Canciones para “Descanso dominical” (1988) y “Aidalai” (1991), discos de Mecano, y, también, los dos únicos discos de Álex & Christina, su debú homónimo de 1987 y “Ángel y diablo”, de 1988, se grabaron íntegramente en dicho estudio. Si a alguien le pareció en su momento que las canciones de Álex & Christina sonaban de maravilla no era por una debilidad inconfesable, por esa cursilonería que pocos se atreven a mostrar: esa percepción respondía a que probablemente estaban hechas por las manos más expertas que había por entonces.

1988: Los Coyotes - Esta noche me voy a bailar. 
Portada del sinlge de "Esta noche me voy a bailar"

Este canción fue el single del 12" "De color de rosa", editado por el sello 3 Cipreses, que formaba parte de DRO y que, por lo tanto, acabó en el catálogo de Warner. 

Esta canción no tuvo mucha repercusión en su momento como no fuera a nivel minoritario, a nivel críticos, casi. Los Coyotes eran Víctor Abundancia Aparicio, o sea, Víctor Coyote, y otros tres músicos. Él componía todas las canciones: era básicamente su proyecto, hasta el punto que Víctor se encargaba de la producción. 

Los Coyotes sacaron su primer disco en 1985. Gabinete Cali Gari y Radio Futura ya habían dado sus giros hacia lo latino-hispánico-europeo. En 1985 también sacó Martirio su primer disco en solitario y, desde Barcelona, el pop siniestro aflamencado de El Último de la Fila se daba a conocer al mundo en ese entonces. Hubo, en medio de los fastos de la movida quienes veían la posibilidad de dar un giro menos anglófilo a sus propuestas, de crear algo fresco, nuevo, atractivo para el público juvenil pero desde un canon distinto. Ya Almodóvar, que era una especie de Dios contracultural en la época, había demostrado que se podía ser destroyer, underground, rompedor, modernísimo con referentes puramente cañís. Por ahí debían ir los tiros. 

Pues eso, que Los Coyotes formaron parte de esa pequeña hornada de grupos y proyectos pop con querencias hispánicas. Víctor era todo un personaje: se vestía, se movía, se maquillaba con un desparpajo notable. Sabía bailar, cosa no muy habitual entre nuestros músicos. Componía complejos temas plagados de referencias sonoras insólitas, con una poética de la cotidianidad también única, pues se entrelazan los ecos de una España casposa y pobretona con un imaginario canalla de incierta ubicación geográfica -dejémoslo en la latinidad de chulo con bigotito fino, navaja en el bolsillo y capacidad seductora implacable que retratara para los restos Rubén Blades en "Pedro Navaja", de 1979, y replicara Gabriel García Márquez en 1981 en su mítica "Crónica de una muerte anuncada"-, una melancólica celebración del fracaso y la electrizante, arrolladora sensualidad de ritmos y temáticas. 

Si Víctor Coyote se fijó en Pedro Navaja y en los tupés engominados de Jaime Urrutia o Loquillo, quizá también en el aire arrabalero mestizo de Willy DeVille o de Kid Creole, para llegar a ignotos -para mí- referentes estéticos de los 50 y 60, luego su movimiento de caderas, su gracia chulesca, su desnudo pecho velludo y asténico desafiando las inclemencias metereológicas, inspiró con mucha probabilidad a Tonino Carotone -ver vídeo de "Me cago en el amor", de 1999, si cabe alguna duda- y, ya en la actualidad, a Rodrigo Cuevas.

1988: Los Coyotes: "Las chicas de las revistas guarras". Otro tema del mismo miniálbum. Menos lograda melódicamente que la que lo abre pero de nuevo con una sensualidad subida. Víctor habla de sexo, de amor, pornografía y evocaciones de relucientes días veraniegos de un pasado mágico, sin que las efusiones venéreas tapen del todo el subtexto romántico.

1988: Beatos - Olé!!! y 1989: Alejandro Magno - Los chulos son pa' cuidarlos. Estas dos últimas canciones son tan horribles, con su batería y su bajo electrónicos, y sus acordes sintéticos en los huesos, que no las he puesto para no echar a perder la playlist. Pero son posmovida: Beatos fue el grupo de Iñaki Fernández, quien creara Glutamayo Ye-Yé, y en el disco de Alejandro Magno (primer alias de Alejandro Sanz) hace la programación rítmica Luis Miguélez, guitarrista en el excelso "Deseo carnal". El sonido fallaba pero también los humores: las risas de la movida lo eran porque a los 20 años no hay ganas de agradar. Sin perspectivas de ganarse la vida en esto, como pura manifestación de generoso hedonismo juvenil convertido en arte, y, sobre todo, como meros espectadores inocentes del desvarío del mundo adulto la ironía, los desbarres tienen todo el sentido.

No así cuando vienen de adultos (treintañeros ya) resabiados, que tratan de convertir esos ardores posadolescentes que les robaron la vida en una forma de ganarse la vida.

dissabte, 22 de setembre del 2018

El origen del krautock hunde sus raíces en el proceloso reino de la música contemporánea: Stockhausen

Viene de Krautrock: Krautrock: cómo se pasa en dos patadas del schlager a los Kratfwerk de "Autobahn".

Si bien el terror de un país convertido en un humeante montón de escombros sólo llegó como un eco, eso sí cercano en el tiempo, a los oídos de los jóvenes músicos que integraron el rock de vanguardia alemán, está claro que trataron de actuar en consecuencia. Tenían una responsabilidad histórica, con su país y con el mundo, de arrancar todo lo que sucedió entre 1933 y 1945 y arrojarlo lo más lejos posible, al fondo del pozo más profundo del desprecio y del olvido. Había que rehacer Alemania, había que resetearla y devolverla a cuando aún reinaba la cordura.

Tenían el ejemplo inmediato, dentro de la misma Alemania, como acababa el anterior capítulo, del compositor de contemporánea Karlheinz Stockhausen. Éste, nacido en 1928, sí que se encontró, si bien muy jovencito, con todo el horror de la guerra de frente. Y con todo el horror de los ideales nazis, también. Su madre, enferma mental ingresada en un sanatorio cuando Karlheinz cumplió los cuatro años, murió durante la guerra, víctima, como supo su hijo años después, de la politica de eugenesia impulsada por el régimen.

Por su parte, su padre, un maestro de escuela, acabó sus días en el frente del Este, al que había sido enviado como soldado de reemplazo, cuando la guerra llegaba a su fin, en 1945.

Años más tarde, cuando ya era adulto, y ya había compuesto numerosas obras, su ciudad natal, Mödrath, ceracana a la frontera con Bélgica, fue despoblada y demolida, y sus habitantes desplazados, con el objeto de explotar una mina de lignito que se encontraba justo en su subsuelo. Eso ocurrió en 1956.

Con todo esto Stockhausen bien podía decir que en su caso tenía, había que empezar de cero, pues le fue arrebatado todo lo arrebatable.

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Interesado desde muy pequeño en la música se encontró, en sus accidentadas primeras décadas de vida, con una madre amante del canto y el piano ingresada en un psiquiátrico cuando él aún se encontraba en su más tierna infancia y una formación musical no formal (no fue al conservatorio; tomó clases durante años del organista de una iglesia, y luego, durante la guerra estuvo en un internado donde tomó clases de piano y oboe).

Cuando pudo, ya en 1947, ingresó en la Hochschule für Musik Köln, el prestigioso Cosnervatorio de Colonia, donde estudió piano y pedagogía musical. Al mismo tiempo cursó estudios superiores en la Universidad de Colonia, en Musicología, Filosofía y Filología Germánica. Por último, aprendió armonía y contrapunto en clases del compositor Hermann Schroeder. En 1950 quiso aprender composición, y se matriculó a un curso en la misma universidad, a cargo del suizo Frank Martin.

Las primeras obras compuestas por Stockhausen, fechadas en 1950, le muestran como un compositor posclasicista. También, según apunta algún usuario de Youtube, claro heredero de Anton Von Webern.

Las "Conversaciones de Darmstadt" en su edición de 1951. Estas conversaciones eran encuentros de la intelectualidad del momento para tratar de racionalizar lo sucedido en la reciente guerra. Participaba Theodor Adorno, filósofo que también tuviera un papel muy importante en la Escuela de Darmstadt (fuente foto: wikipedia)
En cuatro años adquirió todo un bagaje teórico (el emocional, como sabemos, estaba tan cargado que bien podía suplir la ausencia de un contacto más continuado con una educación formal) que le preparó para su encuentro, ya en 1951, con la vanguardia más avanzada del momento en música culta: los Internationalen Ferienkurse für Neue Musik (Escuela de verano internacional para la Música Nueva) impartidos en Darmstadt. Por medio de estos cursos, que se empezaron a impartir en 1946, la ciudad se convirtió en el centro difusor del movimiento serialista, representado en Webern -recordemos, hasta entonces su principal influencia-, y del dodecafonismo.

"En Darmstadt tomó contacto con los compositores que integraban la vanguardia musical alemana fuera del dodecafonismo —Paul Hindemith, Edgar Varèse...— y dentro del dodecafonismo —Arnold Schönberg, Ernst Krenek...— y también la estética de Theodor W. Adorno y René Leibowitz. Junto con Bruno Maderna, György Ligeti y Luigi Nono, Stockhausen asistió en Darmstadt a ciclos de conciertos que cambiarían su concepción de la música, como el famoso estudio de piano Modo de valores e intensidades de Messiaen, que le decidió a trasladarse a París, donde llegó, el ocho de enero de 1952, para matricularse en el Conservatorio y asistir a las clases de composición de Milhaud y al curso de análisis y estética de Messiaen.

Con Messiaen se familiarizó con la técnica del serialismo, junto con otros compositores importantes y también alumnos de Messiaen, como Iannis Xenakis o Pierre Boulez, que en ese momento trabajaba en las Structures I para dos pianos y con quien entablaría una gran amistad."

He copiado tal cual esto párrafos de wikipedia porque es todo información y enjundia. Para cualquier curioso de la música, aficionado a leer cualquier cosa sobre música que caiga en sus manos, como es mi caso, todos estos nombres de compositores me son plenamente familiares. Vamos, que para mí estos señores son, todos ellos, los últimos grandes de la música contemporánea. Resulta que todos se conocían, iban a los mismos conciertos, clases magistrales, conferencias y simposios. Se influían entre ellos. Eran como una élite de tipos increíblemente sensibles, cultos y preparados. Era lo que se conocía como Escuela de Darmstadt.

El jovencísimo Stockhausen era pobre a rabiar: para pagarse sus elevadas inclinaciones pasó por varios trabajos, entre ellos uno como vigilante en un complejo de viviendas para las tropas de ocupación. A eso se había reducido la gran cultura europea que casi murió aniquilada en la II Guerra Mundial: un grupo de gafapastas multinacionales, casi todos franceses y alemanes, reunidos en salas mal iluminadas, reconstruyendo sin apenas medios lo que parecía irreparable. Y el futuro de la gran cultura europea estaba depositado en, entre otros, un humilde empleado de las tropas de ocupación.

Según Wikipedia "La principal característica de la Escuela de Darmstadt es la auto-fundación de la música, desintegrando los rasgos tradicionalmente más importantes, como la forma, para partir del material sonoro; a este principio lo denominan como el grado cero o la tabla rasa para despojarse de los residuos tradicionales que se usaban de manera inconsciente.

>>Pretendían instaurar un nuevo orden para establecer unos parámetros comunes que instauraran un lenguaje colectivo. El primer paso consiste en la destrucción de unos principios, que se fueron asumiendo de un modo no racional, para fundar otros que establecieran unas leyes racionales."

Stockhausen en 1951 (fuente: https://efemeridesdelamusica.blogspot.com)
Tenía cara de "Yo puedo hacerlo mejor que todos estos".
Aunque es un poco galimatías vemos que aparece un término que he usado en el anterior post, que es la "tabla rasa". Que se habla de un "lenguaje colectivo", que era, de algún modo, lo que perseguían los artistas del kraturock. Tenía que haber un magma, una base teórica contundente debajo de la descarada, abrumadora lección de libertad del krautrock. Y era esto. Existía una camino a la derecha del rock y sus bases se pusieron en la misma época en la que surgía el género en EE.UU. Era como si Europa reivindicara orgullosa su propio acervo cultural frente al empuje arrollador de la cultura de masas estadounidense.

Ya en 1951, después de su primera estancia en Darmstadt, la música de Stockhausen cambió dramáticamente: del posclasicismo de las piezas que había compuesto hasta entonces a una pieza como "Kreuzspiel", música con fuerte presencia de sonidos percusivos, que, inclementes, arrítmicamente, rompen con las expectativas del oyente. En descripción de wikipedia: " música atemática compuesta serialmente que rechazaba la técnica de 12 tonos de Schoenberg. Stockhausen calificó muchas de esas tempranas composiciones como «música puntual», aunque algún crítico concluye después de analizar en profundidad esas partituras que Stockhausen «nunca compuso puntualmente». Esta terminología que habla de subgéneros y subescuelas abre como el apetito para saber más, ¿no? O debería hacerlo: si alguien se considera melómano no puede serle ajena ninguna de las aventuras emprendidas en los rincones más inhóspitos del arte musical.

Stockhausen, a sus 23 añitos, ya se podía considerar tan avanzado como el que más. Después de escuchar estas piezas vemos que el free jazz, por ejemplo, tampoco surgió de la nada: Sun Ra, acompañado de su abigarrada Arkestra a la altura de 1970, podía dar conciertos enteros con sonidos no muy distintos de lo que hacían los serialistas en los años 40.

dijous, 20 de setembre del 2018

Krautrock: cómo se pasa en dos patadas del schlager a los Kratfwerk de "Autobahn".

Ralf Hütter, miembro fundador y cabeza pensante de Kraftwerk, nació en Krefeld, ciudad mediana cercana a Düsseldorf, en Alemania, un año después de la derrota de su país en la 2º Guerra Mundial.

Dresde en 1945 (fuente. https://sobrehistoria.com/la-division-de-alemania-la-antesala-del-muro-de-berlin/)
Con esa rémora en sus meninges, imaginaos, en un país, que, a diferencia del nuestro respecto del pasado franquista, se vio obligado a hacer acto de contrición por las atrocidades que se cometieron durante el régimen nazi, ser joven, con inquietudes artísticas en las décadas inmediatamente posteriores a la Posguerra debió conllevar tratar de hacer tabla rasa.

Quizá eso ayude a entender la intensa creatividad, casi imposible de asumir y de abarcar a estas alturas, que se vivió en Alemania a principios de los 70. Esos jóvenes nacidos en un país en ruinas, en medio del naufragio aparente de la noción de progreso, crearon una especie de paraíso propio, delimitado por la imaginación, la libertad expresiva, la autogestión, la independencia, el rechazo al eurocentrismo (y al anglocentrismo en particular) en un abrazo al ideal anarquista que ríanse del movimiento hippie.

Otra de las cosas que se rechazaba erann nociones muy queridas por el coetáneo movimiento progresivo: el virtuosismo. Aquí el único interés era hacer siempre algo radicalmente nuevo. Pero no necesariamente radical -valga la redundancia-, inaudible, agresivo -aunque la música industrial tuviera el krautrock como una de sus principales influencias-. Ahí está la gracia del krautrock: puede ser dulce, melancólico, evocador, grandioso, irónico o literal, taladrante, aturdidor, acariciador, incluso dentro de una misma canción. No se puede describir igual que no se podría hacer un relato coherente de una fiesta de cumpleaños de niños de entre dos y ocho años.

Alemania echó a andar a toda prisa, ayudada por EE.UU., aliada por fin con su rival secular, Francia. El país se llenó de inmigrantes del sur de Europa porque la mano de obra local no daba abasto para tanto crecimiento.Supongo que debe ser un choque pasar en unos años de la ruda realidad de la posguerra a una aseada, impecable realidad, una Alemania nuevecita a finales de los 60.

Düsseldorf, 1966 (fuente: https://oldthing.de)
Esa rauda subida de Alemania a la vanguardia económica europea en apenas 20 años parecía contradecir lo que aprendían los niños en el cole. Los adultos, aquellos que vivieron en primera persona la guerra, no fueron reeducados, educados en la trágica noción de que tu propio país, al que se ama tan irracionalmente cuando se es niño, es responsable de atrocidades inimaginables. Pero, como digo, los que sí estuvieron escolarizados desde 1945 lo aprendieron bien.

Así pues en Alemania, a la altura de 1966, había dos países como sabemos, el Occidental y el Oriental, pero también, dentro del Occidental, la Alemania de los mayores de 30-40 años y la Alemania de los veinteañeros. La primera, la que ostentaba todos los resortes del Poder, se debatía entre la amnesia y el regodeo en los niveles de opulencia que alcanzó el país. No había razones para sentirse culpable: lo que tuvieran que pagar lo pagaron con creces con los sufrimientos de la Posguerra. Y ahora se demostraba, de nuevo, la superioridad alemana, por otros medios, eso sí.

Y los jóvenes, la primera generación posbélica, debatiéndose entre las visiones fantásticas de un país rico, la "locomotora de Europa", mostradas en los medios, voceadas por los políticos y los adultos que lo controlaban todo, y la vergüenza de la carga de la Historia en su inconsciente. ¿Cómo escapar? ¿Se puede uno dedicar con todas sus fuerzas a olvidarse de su pasado e idear un presente en el que sentirse cómodo, feliz? A fin de cuentas ellos no fueron los responsables de los crímenes de sus padres. Esa utopía era alcanzable. O eso intentaban:

"Nuestra generación en Düsseldorf carecía de una música contemporánea que hablara del presente. Había música clásica, música de bares… pero ninguna utilizaba el lenguaje de la vida cotidiana. Tuvimos que desarrollarlo a finales de los 60 y a principios de los setenta." (Hütter en entrevista dada a Daniel Verdú, El País, 2013).

Si Kratwerk empezó haciendo mucho ruido, mucha experimentación en sus primeros discos, en 1974, con "Autobahn" dio con su piedra filososal estilística. Intuyeron que las máquinas nos salvarían: herramientas amables que nos ayudarían a ser mejores. Herramientas de código abierto, de fácil aprendizaje y manejo. No ocultaban nada: "Durante su actuación en el club Ritz de Nueva York en 1981, como tantas otras veces, Ralf Hütter, líder de Kraftwerk, se bajó del escenario y dejó al público aporrear su pequeño teclado. Quería demostrar que todo el mundo podía hacer música electrónica. Era la puesta en escena del advenimiento de la democracia musical impulsada por la tecnología y el lenguaje de lo cotidiano. El “Volkswagen de la música”, dice hoy Hütter (artículo de Daniel Verdú).

Si Alemania había pasado en 20 años de ser un despojo a ser un referente de modernidad todo podía esperarse del progreso, como corolario del pensamiento kraftwerkiano. Un progreso que debía atañer a todas las personas, sin que quedase nadie atrás, en su humanista visión. 

"Las reverencias actuales [hacia Kraftwerk] fueron aceradas críticas al principio. Su aseado aspecto y nacionalidad contribuyeron a ello. A Hütter llegaron a preguntarle en su momento si su trabajo era “la solución final de la música”, en referencia a los métodos nazis y como metáfora de la aniquilación del arte musical. “¡Apartad a los robots de la música!”, lanzó un crítico del Melody Maker. “En los 70 estábamos aislados, atacados o menospreciados por la escena de música tradicional o los medios. Hubo mucho rechazo por ignorancia. Pero ahora todo el mundo tiene su ordenador y su móvil, se puede hacer música con ellos, y lo entienden perfectamente”, suelta Hütter con cierto tono de venganza." (Daniel Verdú). Al final ganaron ellos, de muchas maneras.

Sin Kraftwerk no hubiera existido una noción de música electrónica asociada al pop y a la música de baile. "Hay quien dice que el número de elementos de Kraftwerk hallados en el código genético de la música pop actual (por no decir en la de baile) es incluso superior al de los Beatles. " (Daniel Verdú). Si en la música el mensaje de Kraftwerk está claro que prendió, y de qué manera, en la vida social y económica la realidad está demostrando que su fe en un mundo mejor de la mano de la tecnología ha dado resultados variopintos, desde el inquietante monopolio tecnológico de las multinacionales estadounidenses, a la asombrosa conversión de uno de los tentáculos de ese monopolio, YouTube, en una videoteca donde se contiene todo, y en donde tantos y tantos sabios amigables comparten sus conocimientos con todos los demás, gratis y bien.

Kraftwerk hacia 1970 (fuente: http://www.tiumag.com/news/es-un-buen-momento-para-recordar-el-primer-concierto-de-kraftwerk-en-1970/)

Si Kraftwerk es la expresión más espectacular del éxito de las ideas que desarrolló la escena del krautrock para rehacer la realidad después del cisma generacional insalvable de su país no es menos cierto que sus colegas y amigos de generación también se han ganado el derecho a ser conocidos, admirados, a convertirse, ellos y sus logros, en parte del acervo común de la música pop y de vanguardia, aunque no empezara a saberse de dicha escena hasta casi 20 años más tarde de su momento álgido, a principios de los 70. 

El del krautrock fue un movimiento marginal dentro de la misma Alemania: los medios no hablaron de ellos, no hubo una movida asociada, ni fanzines, ni radios locales volcadas en el fenómeno como ocurriera poco después con el punk. Trabajaban para ellos mismos. No sé si sabían que tenían razón, que tarde o temprano alguien los querría, pero lo que creo aún menos es que nunca se imaginaran la reivindicación continua a la que se ha sometido el género desde hace unos 30 años. 

Una reivindicación que no ceja, que está redibujando el mapa de los grandes dentro de la historia del rock para colocar en su correspondiente pedestal a Can, Neu! o Faust, a Cluster, Harmonia, Amon Düul o al productor Conny Plank. Si en su momento eran la influencia secreta de Throbbing Gristle, Sonic Youth, Depeche Mode, Ultravox, Brian Eno, David Bowie, Giorgio Moroder, Human League, Public Image Limited, Wire, Joy Division, The Cure, The Fall, My Bloody Valentine, en la escena IDM y tantos otros, los "negros" saqueados que dotaron a la música pop anglosajona de nuevas herramientas con la que afrontar varias décadas de evolución, de hallazgos y sorpresas espléndidas después de la crisis en la escena musical que precedió a la explosión del punk a finales de los 70, lo hemos sabido después, mucho después, de soslayo, leyendo farragosos informes en revistas como Rockdelux o aburridos artículos web, como espero que no sea este, claro, que son incapaces de mostrar en su auténtica dimensión como esa nueva Alemania alternativa, la del krautrock, nacida del deseo de abrazar a las gentes de todo el mundo de sus cachorros, de hecho logró su objetivo y nos inundó con innumerables cartas de amor, cartas de reconciliación, esos fabulosos, indescriptibles discos que tanto gusto y asombro nos provocan hoy en día.

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ORÍGENES DEL KRAUTROCK

En efecto, la escena musical (y cultural a secas) en Alemania a mediados de los 60 aparentemente era un erial. Si en los otros grandes países de Europa Occidental habían florecido el cine, la música o la filosofía (Italia, Francia y Gran Bretaña) ¿qué tenía que ofrecer Alemania aparte de coches y máquinas?

Estaba el schlager, un género denostado hasta la náusea, que desde el fin de la guerra inundara las ondas de casi toda Europa (con la excepción prácticamente de España). El schlager nació en Alemania a principios del siglo XX y era una manera "alemana", es decir, cadenciosa, taciturna, melosa, de asimilar las distintas influencias musicales que fueron llegando a Centroeuropa durante todo el siglo XX. Así, sucesivamente el foxtrot, el ragtime, el charlestón, el tango, el flamenco, la chanson, el jazz, el swing, el country (con el que tiene tantas concomitancias), el bolero, el mambo, la samba, las rancheras, la copla, el rock & roll, el soul, el pop yeyé... fueron nutriendo, haciendo mutar lentamente esa esponja inefable. El schlager tuvo tanta aceptación fuera de Alemania que rápidamente se expandió, como digo, por prácticamente todo el continente, incluidos algunos países de más allá del telón de acero, como Yugoslavia. En cada país había una escena schlager propia y las grandes estrellas de cada escena lograban frecuentemente cruzar sus fronteras y pegar en el resto de mercados del schlager.

Este fenómeno, un auténtico pop antes del pop que conocemos y aceptamos, es tan poco respectado como poco o nada estudiado.

Para hacernos una idea el schlager era lo que en España fue la zarzuela, el cuplé o la copla en la primera mitad del siglo XX. Y, como ocurre con esos géneros populares españoles, existen dentro del schlager cosas perfectamente válidas y reivindicables. Por lo poco que he escuchado en los 40 y 50 el género había encontrado su clasicismo, su cenit, con su sonido retumbante, con sus xilófonos melancólicos, con sus guitarras slide traídas tal cual de la música hawaiana -lo que lo emparenta con el country de la época-. Existía en alguna de esas canciones una exquisita labor de arreglos, un cuidado extremo por la tímbrica (la combinación de instrumentos y coloraturas vocales más adecuada para lograr un efecto casi hipnótico) y hasta hallazgos de producción, con proto muros de sonido o trucos para lograr una especie de profundidad de campo, como si las canciones sonaran dentro de una taberna. La exótica y el easy listening, que merecieron su reivindicación a mediados de los 90, probablemente hunden sus raíces en el schlager, pero hablar de schlager avergüenza hasta en Alemania.

Lo alucinante del tema es que de schlager en un altísimo porcentaje se alimentaban las listas de éxitos en toda Centrouropa y los países escandinavos hasta bien entrados los 70. Ya en esa época se había popificado, y, con ello, perdido la intrigante melancolía de su sonoridad de décadas atrás. Se puede decir sin temor a equivocarme que el schlager de este periodo solía ser una horterada, no muy distinta del pop meloso español e hispanoamericano de las últimas tres o cuatro décadas. Con alguna excepción, como la excelente cantante Vicky Leandros y su apabullante "Aprés toi" de 1972.

Como comentaba más arriba hacia 1968 en Alemania Occidental había una brecha generacional abismal. En términos musicales el schlager marcaba la diferencia: así, los mayores de 30 años se alimentaban de schager, y los más jóvenes consumían pop anglosajón. Ambas corrientes musicales eran detestables para los futuros creadores del krautrock por diversos motivos: la primera por falta de enjundia y la segunda porque representaba a sus ojos una parte más de la económía de consumo importada a la fuerza desde los EE.UU. El pop anglosajón, envuelto en el oropel de sus estribillos pegadizos, de su lubricidad y espíritu hedonista, no era más que un producto que había que acicalar muy bien para colocarlo entre las jóvenes generaciones de alemanes.

Como ocurriera en otros países de la Europa continental durante los 60 el rock era mirado con recelo por las élites intelectuales, que no lo tomaron en serio. Pero a diferencia de Francia, España o Italia, con muy respetables escenas de música popular, Alemania estaba, digamos, indefensa frente al empuje anglosajón. Su schlager no era más que una esponja adaptable a cualquier influencia externa, mero caparazón melodioso e inofensivo para corear en fiestas.

Friedel Hensch und die Cyprys, grandes estrellas del schlager,
en 1961 
(fuente: wikipedia).
Por la misma razón que la música popular en España, Francia o Italia era muy superior y mucho más interesante y vibrante que en Alemania se desarrolló asimismo en estos países una versión igualmente esplendorosa del pop anglosajón en los 60. Había ritmo, alegría de vivir y canciones de estribillos en los que residir para siempre (¡las chicas yeyé!).

Y por esa misma razón la música intelectual, de rechazo hacia la estandarización anglófila, vista como caballo de batalla del capitalismo, en estos países, fue muy distinta a la que se produjo en Alemania. Si en Francia tuvieron a Serge Gainsbourg, en España a Joan Manuel Serrat o Lluis Llach y en Italia a Lucio Battisti en Alemania sólo existió el krautrock.

De nuevo metiéndome en comparaciones Gainsbourg tenía el rico caladero de la chanson francesa; los héroes de la nova canço, aparte de la chanson podían pescar en el folclor latinoamericano, -Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Chabuca Granda, Pablo Milanés-, que en décadas anteriores gozó de gran creatividad, así como en la rica tradición musical propiamente española; por último, en el caso de Italia, autores como Lucio Battisti, un grande del rock europeo de los 70 pendiente de reivindicación, como tantas otras cosas, residían en un país que por entonces era un hervidero de talento en el ámbito del pop y la canción melódica de raigambre rock, pop y tradcional. Cada uno, si nos fijamos bien, echaban mano de su tradición o, como mucho, de la que les era más afín por motivos culturales o históricos. Como siempre en Alemania, o como desde que trató de ser un país como los otros a finales del siglo XIX, se encontraba en que por un motivo u otro su propia identidad cultural se encontró constreñida, asediada y castrada de alguna manera por las potencias que no estaban dispuestas a repartir el pastel con un nuevo aspirante.

Si la II Guerra Mundial fue la consecuencia de un trato vejatorio hacia Alemania después de su derrota en la I no olvidemos que también en la I se liquidó el Imperio Austrohúngaro. La tutela y la influencia de la cultura alemana en media Europa se borró de un plumazo después del Tratado de Versalles. Alemania, en sus sucesivas derrotas, se vio cada vez más arrinconada, recluida en unas fronteras nacionales que no hacían justicia a su anterior predominio. En los 60 esto era más verdad que nunca antes (y después, por lo menos desde la reunificación de Alemania) pues a la ocupación de facto del Este por la URSS y del Oeste por EE.UU. se unía en 1961 la erección en Berlín del muro que la separaría durante décadas.

Se puede ver gráficamente en estos mapas:

Europa pre-I Guerra Mundial. Véase la extensión de los imperios de cultura alemana 
Europa después de la II Guerra Mundial. Alemania Occidental y Austria sobreviven apenas. La extensión de ambas
no llega ni al tamaño de España.

El schlager, visto así, es la mejor muestra de la importancia que tuvo alguna vez la cultura alemana en media Europa. Su ridiculización y olvido es una nueva afrenta, de algún modo.

Así pues, ¿qué quedaba aprovechable de Alemania en la época de cuestionamiento máximo de la pax americana entendida como asimilación cultural sin complejos de las aparentemente débiles expotencias europeas? Quedaba, como resdiduo del esplendor cultural a secas que experimentó Centroeuropa antes de II Guerra Mundial (y ya muy tocado con la anerior, la Gran Guerra), una escena de música culta presidida totémicamente por Karlheinz Stockhausen.



Continúa en  El orgen del krautock hunde sus raíces en el proceloso reino de la música contemporánea: Stockhausen