Translate

dilluns, 30 de desembre del 2019

1929: Un perro andaluz (Un chien andalou)

Director: Luis Buñuel. 

Con Simone Mareuil y Pierre Batcheff. 

La primera obra cinematográfica del inimitable director aragonés es fruto del trabajo conjunto con el más discutible pintor Salvador Dalí. Inmersos en el movimiento surreal deciden ejecutar la que probablemente es la mejor plasmación en imágenes de semejante corriente estética. Resulta la película tan impactante y tan bella al mismo tiempo, tan arriesgada y radical, que ha ido pasando a lo largo de las décadas indemne, e incluso revitalizada, pues los ojos que asisten vírgenes a su descubrimiento se asombran al comprobar qué poco ha evolucionado el sentido de lo incómodo en tantos años. Sin duda lo que Buñuel y Dalí perpetraron es arte con mayúsculas. En la cinta se condensa con inusitado vigor lo que el aragonés iría desarrollando en su subsiguiente obra. Porque en "Un perro andaluz" aparece la crudeza que caracterizaría obras como "Las Hurdes tierra sin pan"o "Los olvidados" (esa casquería espeluznante, antes como ahora; la dramática muerte de la dueña de la mano seccionada). También la ironía, el humor y el extraño sentido de la sensualidad de su obra de madurez, con ese acoso sufrido por la chica y el episodio del arrastre del piano con dos burros pútridos y dos curas incorporados. Por último, esa intuición poética y esa especial elegancia en la composición de las imágenes que unifica todo el metraje de esta primera obra y que solo se atrevió a explotar muy tímidamente en su obra posterior. Así, el juego de asociaciones inconscientes entre una axila y un erizo de mar, la imagen de la mano-hormiguero, y las menos incomodantes, pero rotundamente bellas del atropello de la chica y del cortejo fúnebre improvisado en torno al personaje que muere tiroteado. También entra en las categorías poética y espeluznante la famosísima del ojo cortado, un ejemplo de casquería que no ha podido ser superado a estas alturas por ningún autor de esos con pretensiones poético-pesadillescas en cuanto a su carácter impactante.

Luis Buñuel, el barbero de ojos más famoso de la historia
(Fotograma de "Un perro andaluz").

Estas imágenes se suceden con la ilógica fluidez de un sueño y vienen a reflejar el modo en que el inconsciente se dedica a hilar los componentes más dispares a partir de conexiones entre ellos desconcertantes e imprevisibles. La no-historia refleja el modo en que la irracionalidad es capaz de producir realidades quizás no tan ajenas al devenir cotidiano. Sólo que el origen, la evolución y el desenlace de los acontecimientos se impulsa por mecanismos muy distintos. Así hay horror, romanticismo, sensualidad, dramatismo y comicidad, los humores más característicos del ser humano, pero sus causas son inesperadas. El resultado sobre el espectador es sin embargo el mismo que si todas estas cosas estuvieran integradas en el engranaje de una narración convencional. Buñuel y Dalí, simplemente nos descubren las realidades del universo paralelo conformado por los sueños, ese mundo al revés en el que las posibilidades son infinitas. Allí donde la la sexualidad o el goce se experimentan como si de forma consciente se tratase. Si el cine es el arte de dimensiones más humanas en su pretensión de abarcar el vasto ámbito de nuestras experiencias evidentemente el sueño, aun con su carácter marginal, también merece ocupar su lugar en él. En ese sentido Buñuel ha sido el mejor traductor de los mundos recreados al borde de la reflexión, lejos de las luces del pensamiento y del autocontrol, ámbitos usualmente olvidados por el común del oficio cinematográfico. El gran acierto de Buñuel, clave de la pervivencia de su obra, estriba en su empeño en abordar sus historias del modo menos sometido a la racionalidad. Él prescinde de discursos más profundos. No se plantea preguntas ni mucho menos anda buscando respuestas a nada. Se trata de desvelar la (i)lógica cotidiana con un método simple consistente en engarzar situaciones y personajes convencionales en un soporte de premisas imposibles.

No es este último el caso de su primera obra, que es toda ella un experimento visual sin pretensiones narrativas y ante todo un indicio irrefutable del momento tan dulce experimentado por la creatividad española (europea en general) en el primer tercio del siglo XX.

(escrita el 16 de marzo de 2000)

divendres, 13 de desembre del 2019

1923: El hombre mosca (Safety last)

Directores: Fred Newmeyer y Sam Taylor

Con Harold Lloyd y Mildred Davis

Un clásico del cine de comedia mudo por el tercer miembro del trío de oro de esa época así mismo dorada, es decir, el formado por Charles Chaplin, Buster Keaton y el menos popular Harold Lloyd. A este actor se le conoce sobre todo por unas excelentes condiciones físicas, que le permitían convertir en el momento culminante de sus numerosas películas el arriesgado ascenso por las enladrilladas paredes de algún edificio, protagonista realmente esencial en sus gags más conocidos.

Aparte de hacer el ganso aparentando una falsa torpeza a la hora de efectuar sus escaladas creó un personaje del todo reconocible, de chico engominado y estiradillo, un auténtico petimetre, que ocultaun corazón lleno de inocencia y bondad. Un chico que como en el caso del filme que nos ocupa trata de trepar (y nunca mejor dicho) por las escarpadas laderas del sueño americano, trabajando mucho y aguantando con resignación y, en ocasiones, con picardía, la tiranía del encargado de turno. Eso sí, en sus filmes no subyace el espíritu crítico y las pretensiones artísticas del cine del genial Charlie Chaplin, pero rezuman un encanto y un optimismo innegables, y como vehículos de humor funcionan ahora casi con la misma eficacia que entonces.




Primer plano de la peli. Harold Lloyd, "El chico", no puede
ocultar su pesar aferrado a lo que parecen los
barrotes de una cárcel. Empieza el primer gag
visual de una película que es, en sí, una acumulación de gags


(Escrita en 1997)