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dimarts, 27 d’octubre del 2015

MISHIMA: la edad de oro del indie en catalán


A la altura de 2015 existe una muy nutrida escena de grupos indies en España, con la peculiaridad de que conviven en ella artistas de varias generaciones. En eso es como la del hip hop o la del flamenco: existe un canon que, a día de hoy, parece inagotable.                                                                 

MISHIMA. fuente: http://jenesaispop.com/
Entre las bandas veteranas están los barceloneses Mishima, que fueron de los primeros que hace más de una década decidieron cantar en catalán. Su ejemplo ha cundido y, a día de hoy, pienso que el indie en catalán es lo más interesante e imaginativo de lo que llevamos de década en la música española. Sus grupoos usan un costumbrismo mágico-telúrico para expresar su relación con el entorno inmediato. Inocentes, tímidos y curiosos, muchos de esos grupos parecen estar redefiniendo el mundo físico y el mundo de las relaciones humanas cuando tantos paradigmas se han roto en apenas dos o tres décadas. Ante las palabras gastadas imaginación y sinceridad.

David Carabén. fuente: http://www.diaridetarragona.com
Mishima es el proyecto de David Carabén, que es la voz principal, toca la guitarra acústica y compone todas las canciones. El grupo lo completan Dani Vega (guitarras), Xavi Caparrós (bajo), Alfons Serra (batería) y Marc Lloret (teclados).

Se formaron en 1999. Por entonces eran uno más de los grupos que cantaban en inglés en la escena española. El mundo indie rechazaba de plano la escena del rock en català que, aupada por el apoyo de la radio y la televisión pública catalanas desde los 80, había conseguido cotas impensables de popularidad en Cataluña. Sopa de Cabra o Els Pets lograron llenar estadios de fútbol con sus seguidores y vender miles de copias de sus álbumes durante los 90, logros ahora inalcanzables incluso para grupos como Manel.

Todo lo que oliera a pop rock ochentero repelía entre los indies, anglófilos hasta la médula, y esa desconsideración hacia cierto casticismo pop se llevó por delante no sólo a estos héroes tempranos del pop-rock en catalán sino que también se cebó con sus epónimos en castellano. Los 90 para revistas como Rockdelux son de Los Planetas, de Sr. Chinarro, de Sufin Bichos, Albert Plà o Australian Blonde, pero nunca serán recordados por Marc Parrot, Lagartija Nick, Christina Rosenvinge, Estereocéano, Fangoria... Algunos de los mencionados serían finalmente rehabilitados, no sin grandes reparos y después de numerosas pruebas de autenticidad. Cuando Mishima sacó su tercer álbum, y primero en catalán ya estábamos en 2005. Titulado "Trucar a casa. Recollir les fotos. Pagar la multa" les empezó a abrir puertas a un público nuevo sin tener que renunciar a su público indie de toda la vida. El cambio de paradigma ya se había producido, al menos en la música pop catalana. El reconocimiento de Antònia Font debió ayudar lo suyo a que por fin no pasara nada por cantar en la propia lengua ni por renunciar a usar guitarras distorsionadas o no recurrir a sonidos anglosajones.

"Set tota la vida", editado dos años más tarde, volvió a granjearles los parabienes de la crítica. Pero el auténtico impulso en su carrera llegaría con su siguiente álbum.

Según una noticia de la web del Diario de Mallorca de 2012 (http://ocio.diariodemallorca.es/agenda/noticias/nws-73263-mishima-cantara-lamor-feli-6-mayo-teatre-principal.html) firmado por G. Rodas en 2012, "Ordre i aventura" ("Orden y aventura"), quinto disco de la banda publicado en 2010, se ha acabado convirtiendo en un clásico del pop catalán. Según el artículo de wikipedia dedicado al grupo realizaron casi 80 conciertos a raíz de la publicación de este álbum. El apoyo intensivo desplegado por la banda "los consagró".

A continuación salió editado "L'amor feliç" (2012), titulado en oposición a la canción ""Il N’Ya Pas D’Amour Hereux" de Georges Brassens con letra de Louis Aragon.


                                          Portada de "L'ànsia que cura" (2014)

En 2014 sacaron su séptimo disco en 15 años, "L'ànsia que cura" (El ansia que cura). Fue editado por TRIS-Warner, es decir, contaban con el apoyo de un sello grande, pero como si no fuera así. En él Carabén y el resto de la banda también participaron en la producción, en pos de un compacto aliento de rok de toda la vida. Junto a la voz principal de Carabén bajista y teclista, es decir, Xavi Caparrós y Marc Lloret, hacían los coros. O sea, que aún con Warner a bordo, el trabajo de elaboración del disco no deja de ser un empeño en comandita de los cinco miembros del grupo, con alguna colaboración externa puntual.

En julio de ese año, después de aparecer en todo festival veraniego catalán que se pusiera a tiro, tenían cerrada una actuación en el Central Park Summer Stage Festival, en realidad una amplia programación veraniega que tiene su escenario en el Central Park neoyorquino. Era una ocasión para hacerse oír por un público receptivo a propuestas de todo tipo, desde grupos indies a artistas de hip hop, así como a artistas de pop rock de todas las partes del mundo, actuaciones de jazz o de músicas del mundo, que es lo que se sirve, en actuaciones mayormente gratuitas y diurnas, en ese festival. La experiencia sirvió para que en 2015 una nueva remesa de grupos catalanes se diera cita en el mítico parque de la Gran Manzana (entre ellos Guillamino y Sílvia Pérez Cruz).

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El primer tema, "La brisa", tiene el ritmo alegre y a piñón del Sr. Chinarro más animado, y hasta la filosofía zumbona y descreída del sevillano parece impregnar la elaborada poética de Carabén:

"La brisa que te hechiza y te eleva,
hasta perder el contacto
contigo mismo, tiene la luz
de una mañana de sábado
y la elegancia de un crimen
del que no te sientes culpable.

Mishima interpretan "La brisa" en el Teatre Bartrina de Reus (Tarragona) el 29 de abril de 2014. (fuente: Frankie Boronat, vídeo subido a youtube)

El peligro lo quieres correr.
No te dan miedo sus efectos.
El ansia que cura
no te la da ningún otro objeto.

La brisa que te hechiza y eleva
sabes que nunca será tuya.
Es como de un oasis el espejismo.
Hay quien lo admira y venera
como a la imagen de un santo,
un héroe o una bandera.

Hay quien está harto
y quiere vivir de otra manera.
Es la zanahoria del burro
al fondo de una nevera.

La brisa que te hechiza y eleva,
hasta perder el contacto
contigo mismo, dice que estás vivo
y que podrías ser libre.

Tiene la energía del cambio,
de una revolución o un espectáculo.
No sabes si ir a comprar
o coger una pancarta,
esperar a las rebajas
o emborracharte.

La brisa que te hechiza y eleva
sabes que nunca será tuya.
Como la sensación original
que no recuperarás nunca,
te condena a un infierno
sin grasa ni burbujas,
que de tan insípido y light,
ya no da miedo ni quema.
Vivos en la noche descremada
de la droga ligera." (en este párrafo remite al Luis Eduardo Aute de "Lo light")

La brisa que te hechiza y eleva
le pregunta al día
qué acepta de la noche,
a la vida de la muerte,
al viejo del joven,
al rico del pobre,
al mercado de todo lo
que no está en venta.
La brisa sólo sopla
para volverte a sorprender.

La brisa que te hechiza y eleva
sabes que nunca será tuya.

Pero es tan fabuloso el espejismo y
cojonuda la espera,
y hace el invierno tan soportable
cuando te crecen flores en la cartera,
que dejarías a tu mujer,
dejarías el trabajo,
si no fuera porque fuera
sopla aquello ... Pero... un momento,
¿y qué era?"

Junto al gusto de crear paradojas y giros verbales inesperados tan de Antonio Luque existe ese propósito cierto y ambicioso de explicar el mundo del que hablaba antes, con todo su complejidad, sin soslayarla, sin conformarse con respuestas sencillas. El esfuerzo de artistas como Carabén, y tantos otros paisanos suyos, merece más que una escucha curiosa: merece toda nuestra atención.

En la noticia de 2012 del Diario de Mallorca arriba mencionada de hecho, Carabén afirma:"Mis canciones tienen que capturar misterios. Si capturas anhelos con la música podrás enfrentarte a ellos".

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Como segundo tema del álbum está "Mai més" ("Nunca más"), tema que salió como sencillo, del cual se rodó un videoclip, dirigido por SERGI PÉREZ. Pérez ya tenía un nombre en el mundo de la música, pues había dirigido el vídeo de "Teresa Rampell", el tema estrella de "Atletes, baixin de l'escenari", el álbum de 2013 de Manel. Incluso para entonces ya casi había terminado de rodar su primera película, "El camino más largo para regresar a casa". Estrenada en 2014 y exhibida en numerosos festivales medios y pequeños obtiene algunos premios y el elogio prácticamente unánime de la crítica. Según Luis Martínez, de El Mundo, "una de las películas españolas más brillantes, opresivas, devastadoras y deslumbrantes del año.” Habrá que felicitarse de que en el indie de nuestros días el aspecto audiovisual sea tan cuidado y esté sirviendo para la proyección de cineastas en ciernes y, de paso, se beneficie de una libertad formal y de contenidos apabullante.

En el vídeo vemos a los cinco miembros del grupo dirigiéndose con una serie de objetos cotidianos a una casa destrozada en medio de vegetación. Allí van llegando uno a uno y van colocando estos objetos, como si pensaran mudarse ahí. Ver aquí.

Luego, de improviso, uno de los Mishima sale corriendo por una carreterita, mientras David Carabén lo busca desconcertado. Una traducción humilde, a la altura del escaso alcance económico de las aspiraciones del grupo, del mensaje de un tema que habla de cansancio, de hartazgo por las múlitples obligaciones de la vida adulta:

"Ocupado no haciendo nada,
he tenido que encontrar tiempo
para poder perderlo contigo.
¡Avísame cuando salgas del trabajo!
A decir verdad
hace rato que deambulo arriba y abajo.

Fotograma del videoclip de "Mai més". David Carabén se dirige a una nueva vida en ninguna parte.
Como el resto de la gente
es muy probable que no vaya a ninguna parte.
Pero me dirijo allí con determinación.
A decir verdad
hace rato que tarareo una canción.

Todo el día por la calle
haciendo ver que sé donde voy,
haciendo ver que me la sé:
amor no me hagas trabajar,
amor no me hagas trabajar
¡nunca más!

¿Trabajar? ¿Para quién y por qué?
Es terrible tener que levantarse
e interrumpir sueños con despertares,
alargar reuniones y acortar comidas.

Amor no me hagas trabajar,
amor no me hagas trabajar,
amor no me hagas trabajar
¡nunca más!"

En esta canción contaron con el concurso de la trompeta de DANI FERRER.

Un nuevo conjunto de frases memorables sobre el motivo principal de la canción, como en la anterior. Carabén va dando vueltas en círculo alrededor de su objetivo, afinando cada vez más la expresión, hasta llegar al último verso, el que empieza "¿Trabajar para quién y porqué? Es tan duro levantarse e interrumpir sueños con despertares". Esta dura constatación, que creo que todos hemos sentido alguna vez, o muchas veces, cuando el despertador suena antes de que amanezca y nos arroja a la fría rutina, debió venir motivada en esa época en la que el líder de Mishima aún tenía que compaginar su afición musical con un trabajo ajeno a sus querencias auténticas. Leí por ahí que David pudo al fin dejar ese trabajo y vivir de su música no hace demasiado tiempo.

Llama la atención que a pesar de la consolidación de la escena indie les resulte tan difícil a las bandas adscritas a esa escena salir adelante. Lo triste es que tanto talento no pueda salir a la superficie, en especial cuando si algo caracteriza al indie es la accesibilidad. El indie es el refugio del pop-rock en nuestros días, y ni tan siquiera tiene la insolencia y el espíritu rompedor de la movida (como no sea en los habitualmente descarados y desconcertantes vídeclips promocionales que acompañan a los singles). Por lo que fuera los medios mayoritarios le dieron cabida al pop-rock en los 80; ahora, por lo que sea, no se le presta atención alguna. La música popular, en general, no da de comer a casi nadie.

Los nuevos héroes populares, los que pueden vivir de su talento, son los futbolistas, los actores de las series de éxito y algún cantante melódico. Así están las cosas.

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El tercer tema del álbum es "El corredor" (en el sentido de 'pasillo'):

"Hoy hemos tocado en Valencia y yo me
sentía fatal.
Me he olvidado de algunos versos, pero ahora
ya me da igual.
Mañana, en Castellón, seguro que saldrá
mejor.
Pero la gente no tiene un duro y ¿sabes qué?,
creo que te añoro.

Te parecerá ridículo que me ponga tan triste,
pero es que lo veo todo tan frágil...
¡Si vieses las caras que pone la gente
cuando tocamos "Ojo salvaje"! ["Ull salvatge", canción de su álbum de 2012, "L'amor feliç]

Hay un corredor que anuda todas las canciones.
Del norte al sur o del sur al norte,
siempre tienes el mar al lado,
y cuando hace sol y nos espera la mesa
puesta en algún sitio,
y tenemos la cabeza nublada por el concierto de
la noche anterior
te podría jurar que no he estado
nunca del cielo más cerca.

A veces, cuando creo que todo pende
de un hilo,
del privilegio o milagro de que me sigáis
apoyando,
quisiera agradecéroslo con una canción.
Pero por no ser tan pelota
la he llamado
"El corredor".

Hay un corredor que anuda todas las canciones.
Del norte al sur o del sur al norte
siempre tienes el mar al lado.
Y cuando hace sol y nos espera la mesa
puesta en algún sitio,
y tenemos la cabeza nublada por el alcohol de
la noche anterior
te podría jurar que no he estado del cielo
más cerca".

En esta canción adopta Carabén un aire más reflexivo, como poniendo coto al ánimo exaltado e irónico de las dos primeras canciones del álbum. El sonido es acorde con esa especie de mirada con los ojos empañados a un presente incierto. Se añade al quinteto en este tema la violinista SARA FONTÁN,

Si en "Mai més" tenemos a alguien que lucha por encontrar un hueco en medio de ese ajetreado ritmo de vida que nos lleva y nos trae a los que ya somos adultos y "maduros" (de cuerpo, que no de mente) en esta canción aparece con su traje nuevo de músico profesional David Carabén. El hecho de poder dedicarse por entero a su oficio musical no es la panacea para su ánimo, como reflejan los primeros versos de la canción.

La incertidumbre económica, el no saber hasta cuándo podrá contar con el privilegio de tocar, le hace añorar estar en casa, con su chica. Como en "Mai més" el refugio frente a un presente que no puede controlar es la persona amada, junto a la cual quiere acurrucarse y olvidar el miedo. Un Carabén con los 40 años cumplidos muestra que la fragilidad no es coto privativo de la adolescencia. Ahora tiene otras vestiduras que yo, que soy de la misma quinta que el catalán, reconozco casi como propias.

En el estribillo muestra el reverso de los momentos de zozobra, esa mesa puesta de manjares mediterráneos, presumiblemente en una terraza junto al mar, en la que puede contemplar plácidamente junto al resto de miembros de Mishima el transcurso del tiempo sin pensar, sin tener que decidir, sin tener que hacer, sólo dedicado a revivir el momentazo del concierto (o de la fiesta de después del concierto) de la noche anterior.

dimarts, 6 d’octubre del 2015

MARIA DEL MAR BONET: la trovadora mística de la derrota

Por el hecho de que canta en catalán no se la conoce y se aprecia en España como se merece. Para mí es una de las mejores artisas del siglo XX. Qué voz, qué música tan extraordinaria... Por ella circula un siglo en cierto modo perdido de la historia de nuestro país, pues si hemos crecido espectacularmente en todos los índices de desarrollo queda mucho por hacer... en el reconocimiento de que España es más que el castellano, entre otras muchas cosas, por supuesto. Los envites nacionalistas en Euskadi y Cataluña son la más espectacular constatación de que se ha hecho algo terriblemente mal en nuestro país. El pasado es muchos pasados, nuestros héroes y mitos fundacionales son también muchos,  variados, incluso pueden cambiar para cada persona a lo largo de su vida. El idioma es el castellano, el catalán, el vasco o el gallego, sin que ninguno sea más importante que otro. Cuando un catalán hable su idioma en cualquier otra parte de España y se le entienda entonces el enorme problema que se plantea ahora, el enorme fracaso que planea sobre nosotros se habrá volatilizado.

Mientras tanto Bonet se dedicó a extraer, a poner al alcance de nuestros oídos toda la belleza escondida de la tradición musical de Ses Illes, entremezclada con los poemas de sus poetas favoritos. Eran poemas en su mayor parte de amor en sus diferentes modalidaes: amor cósmico, amor terreno, amor fraterno, amor por un lugar, por unos recuerdos, amor por el hecho de amar... y, junto a ellos, manantiales de generosa celebración de la vida, de pronto, remansos sombríos, repletos de insondable melancolía. La voz sublime de Bonet, unida a unas melodías bellísimas y unos arreglos desarmantes, trasciende el contenido de reivindicación política (la represión franquista, el machismo...), para convertir estas piezas en lamentos profundos, desconsolados...

Foto del álbum "Sempre", tomada en 1971.
fuente: http://www.todocoleccion.net/discos-vinilo/maria-mar-bonet-sempre-ariola-1981
En la estética bonetiana la belleza es elevación; la insidia, la crueldad, casi un mal inevitable, como un huracán, un terremoto, una sequía, una epidemia, al que solo se le puede responder con un duelo. En la estética bonetiana no hay medias tintas: no hay progreso ni un mundo mejor a la vista; el sufrimiento presente no es un peaje para un mundo mejor, no nos sacrificamos por los demás: morimos y ya está ; por otro lado, el amanecer, el recuerdo, la risa, las caricias, la complicidad, todo eso, lo es todo. Es como una entrega total al sentir, a vivir de frente, a no eludir ni uno solo de los envites de la existencia. Es como una asunción de que hay que vivir el presente, el ahora. De esa experiencia irrepetible de estar vivo y despierto no se guardan reservas algunas: agota tu dicha ya, pues luego no la vas a recordar y no dispondrás de fuerzas de ninguna clase para afrontar la oscuridad. Bonet asiste aterrada y embelesada, alternativamente, ante el espectáculo que es la vida, decide no ser partícipe, no influir, no aconsejar, no interpretar... Es la voz de alguien que asume su pequeñez, su incapacidad absoluta para entender y para explicarse.

El terrible siglo XX no sólo no se conformó en entregar a la gente las peores guerras y atrocidades de la historia de la humanidad sino que, por medio de la television llevó a la sala de estar de esas indefensas personas las imágenes más horribles, de crueldadades, desidias y desastres, desposeyéndolas de certezas o asideros. Se asesinó a mansalva y luego se recordó a los supervivientes que todo esto, por tosco y deprimente que parezca, podría ser aún peor. El lavado de cerebro definitivo. Pues ese acervo terrorífico parece venir en la música de Bonet: ese canta ahora que luego tocará llorar, convertido, por mor del enorme talento y humanidad de la cantante, en esculturas sonoras que, ellas sí, materializan la belleza radiante para que podamos acudir a su encuentro siempre que sea necesario.

Relacionado con lo anterior destacar las connotaciones locales de la cuestión del pasado siglo. La Guerra Civil acabó con la efervescencia intelectual en la España del primer tercio del siglo XX. Era un movimiento regeneracionista que trató de levantar al país y ponerlo a la altura de los de la Europa circundante. Se persiguió ese fin y se lograron muchas cosas. Ahora, 40 años después del fin de la Dictadura que hizo tabula rasa con todo, el trauma y la resaca por la ocasión escandalosamente perdida sangra por el lado del nacionalismo separatista. Éste es el anverso del subdesarrollo en Andalucía, Canarias y Extremadura. Ese subdesarrollo se agudizó en tiempos de Franco. El nacionalismo quiere ver en ese subdesarrollo un correlato al maltrato de las lenguas minoritarias arrincanadas. Son injusticias que se retroalimentan. Mientras no se acabe con esos dos extremos, una España pudiente que ve despreciados sus signos y su cultura y una España subdesarrollada cuyos signos y cultura se convierten en abusivamente dominantes, esto seguirá así, no habrá país, no habrá futuro, al menos, un futuro común.

La fuerza bruta detuvo el regeneracionismo de principios de siglo y ahora mismo, el rescoldo de la brutalidad ejercida en España durante la dictadura, asfixia las posibilidades de convivencia. Es una derrota, de la Guerra Civil, con efectos retardados, una derrota humillada, menospreciada, descargada de valor simbólico, de ese carácter de reconciliación y de reconstrucción que pudo tener la de las potencias del Eje en la II Guerra Mundial, una derrota por aplastamiento, que, por mucho que una parte de la intelligentsia del país lo repita una y mil veces, no vino a compensar la Transición, de ninguna manera. Ellos, los vencedores (la Iglesia, el Castellano lengua del Imperio, la alta burguesía, el capitalismo clientelar, la corrupción, el clasismo, el racismo, la baja autoestima racial y cultural -herramienta para convencer a las clases populares de que no tienen más que lo que merecen-), cedieron en algunas cosas, que luego han ido reconquistando poco a poco, y nunca pidieron perdón por lo mucho que nos quitaron, ni, mucho menos han hecho ademán de devolver nada. Esa humillación profunda es la que veo en la música de Bonet, el desconsuelo anticipado de que en la Transición supuestamente cambió todo -con todos mis respetos a Javier Cercas y su extraordinario Anatomía de un instante - para que todo siguiera igual.

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Maria del Mar Bonet i Verdaguer nació en Palma de Mallorca en 1947. Venía de familia acomodada y culta. Su padre, Juan Bonet, era escritor y periodista. Ella estudió cerámica en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal. Quiso proseguir sus estudios en la escuela del ramo en Barcelona, la Massana, pero acabó introduciéndose en la escena musical local, ejemplificada entonces, 1967, por la Nova Cançó. Se convirtió en una de los Setze Jutges. Estaba claro que esa voz impresionante salvaría cualquier escollo.

Maria del Mar Bonet en 1971, retratada por Toni Catany. 
A una primera parte de su carrera de talante reivindicativo, con el "Què volen aquesta gent?" como bandera, que propició la breve consecución del éxito comercial a la altura de 1971, le siguió una carrera dedicada a desgranar sus pasiones poéticas y de etno-musicóloga. Cada uno de sus discos es un nuevo experimento en el que juega a intuir puntos de contacto de su cultura balear con las del resto de la cuenca mediterránea. Esa busca de la excelencia y el rigor no ha venido acompañada de reconocimiento alguno, ni de interés por parte de la crítica. Tan solo se ha acordado de ella alguna institución pública del ámbito catalanoparlante, que premia más a lo que representa que al valor en sí de su carrera.

Qué pena que sea catalano parlante, que no haga música comercial y que sea mujer. Qué lástima que todas esas cosas horribles que nos metió en la cabeza el franquismo sean aún tan poderosas que hayan ayudado a la postergación de esta música portentosa al rincón de los héroes caídos, de las viejas glorias que alcanzaron un éxito coyuntural. El machismo, el anticatalanismo, el desprecio por un arte autóctono, ajeno al mercantilizado concepto del mismo que nos han importado los EE.UU:, han hecho que hoy por hoy no sea más que una nota al pie de página del movimiento cantautoril de los 70.

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Portada de "Alenar", Lp de 1977.
La revista "Rockelux", poco amiga del hecho diferencial español, de pronto se olvidó de sus muchos prejuicios anglófilos y sacó una fenomenal lista de discos fundamentales del siglo XX en España. Entre los 20 primeros se coló "Alenar". Ahí es donde descubrí a Maria del Mar Bonet, escuchando, mejor dicho, derritiéndome con ese disco. Escuchar el disco, y, en especial su desbordante prólogo, el tema que lo abre, "Les illes", es como meterte en el cuerpo dos litros de endorfinas. Es como condensar en menos de cinco minutos toda la belleza, la euforia, la dicha, la alegría y, a renglón seguido, el desconsuelo, la amargura que nunca acaba de disiparse, que nunca se disipará, en el mismo verso, en la misma sílaba, tanta es la capacidad expresiva de la voz de la cantante. Ya tieene mérito, ya, suscitar tan alborotadas emociones encontradas, algo que no está al alcance de muchos, que yo recuerde del Camarón de "Volando voy" y... pare usted de contar. Canciones que contienen el mundo, que te hieren y te curan y te hacen renacer siempre que las escuchas.

dimecres, 30 de setembre del 2015

BOB DYLAN: el nacimiento del rock (sin "& roll"). Divagaciones a costa de "Subterranean homesick blues"

Bob Dylan nació en el seno de una familia judía en Duluth, Minesota a principios de los 40. Su nombre real era Robert Zimmermann y desde muy pequeño tuvo dos grandes amores: la música folk y la poesía. De hecho se bautizó a sí mismo como Bob Dylan en honor a un poeta llamado Dylan Thomas.

Cuenta que cuando llegó a la Universidad de Minesota, en 1959, quedó fascinado por los poetas beat: Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti en especial.

Se introdujo en la escena del folk del Greenwich Village neoyorquino y enseguida se postuló como el alumno más aplicado de la clase, presidida por los catedráticos, en persona o espíritu, de la escena: Pete Seeger, Woody Guthrie o Leadbelly. La reivindicación de la música popular, blanca y negra, popular en el sentido de rural, iba unida a un ideario izquierdista muy marcado, un izquierdismo en cualquier caso americano, izquierdismo radical nacionalista, que identifica lo mejor de lo mejor con el término América, en este caso, las ideas de hermandad, justicia, igualdad... (como ejemplo inmediato actual la CUP respecto de Cataluña).

De saberse más canciones raras que nadie pasó a componer las mejores canciones de folk protesta de la escena y de ahí, espoleado por lo que fue encontrándose por el camino, a revolucionar la escena pop del momento (mediados de los 60), e investir al por entonces poco respetado género musical de una amplitud de miras lírica inusitada. Con él, al que poco después siguió el ejemplo de la literatura perturbadora de Lou Reed en la Velvet Underground, el rock se transformó en un género musical donde de pronto lo que se decía era igual o más importante que el soporte musical.

Portada de "Bringing it all back home". 
No era el primer músico que decidió usar la música para desgranar sus ambiciosos y a menudo crípticos poemas, pues ya estaban los ejemplos desde los ámbitos de la francofonía de Georges Brassens y Jacques Brel, pero sí el primero en dotar al invento de una vestiduras sonoras rompedoras. Cuando Dylan se electrificó (dando la espalda al integrista público del folk comprometido) con "Bringing it all back home", álbum publicado en 1965, resulta que también se inventó el rock, sin "& roll", que se ha hecho y se sigue haciendo desde entonces. Guitarras eléctricas, órgano hammond, suenan por detrás de la voz, creando un colchón sonoro confuso y alborotado, que dan fe de que los músicos de aocmpañamiento iban tocando por detrás de las letanías interminables de Dylan, rellenando huecos, como buenamente entendían, siguiendo las pautas armónicas y rítmicas marcadas por el líder. Era como un versión improvisada del rock & roll y del blues, ya entonces la pasión y la diana sonora del de Duluth.

En "Subterranean homesick blues", primer tema de "Bringing it all back home", la entonación entre adormecida y alucinada del cantante desgrana un poema incomprensible sobre un ritmo trotón que trae resonancias de Chuck Berry. Según wikipedia el mismo Dylan reconoció más tarde que se había inspirado en "Too much monkey business", tema del roquero. En cuanto al uso enlazado de palabras elegidas por su sonoridad -que hace decir a mucho comentarista espontáneo en el vídeo colgado en youtube por GLYFADA TV, como Ken Dylan, que la convierten en el primer rap-, Dylan dice que se inspiró en las canciones de scat de los 40.

Se refiere también en el artículo de wikipedia otra fuente adicional para el tema: un verso de una canción de Woody Guthrie, "Taking it easy".

Finalmente, se dejaba llevar también por viejas fascinaciones de los tiempos universitarios, los poetas beat de los que hablaba más arriba. De hecho, el libro "The Subterraneans", de Jack Kerouac, pudo ser una inspiración para el título de la canción, según wikipedia.

"Blues subterráneo de la añoranza": "Johnny está en el sótano...". Así empezaba la canción, aludiendo a un
Portada de "Subterranean homesick blues".
primer personaje de los numerosos que luego van apareciendo. Lou Reed, heredero directo e inmediato de Dylan, tomó buena nota de esta técnica de sumar microrrelatos amorales de personajes que se presentan sin más, como si ya los conociéramos. En el sótano, tramando algo, aislado, fuera de la vista del mundo, a salvo de él, pero también libre para ser él mismo o para jugar a ser otras personas o para aprender a hacer algo o para crear algo... Tiene algo ese sótano de las viviendas unifamiliares de laboratorio secreto, de vientre de la ballena alquímico, en donde todo lo concebible puede aparecer. Lo hemos visto en infinidad de películas; es un lugar que puede parir desde lo siniestro a lo brillante, desde el puro mal (¡el sótano del brutal pederasta austríaco!) a ideas que cambian el mundo... de algunos y, en especial el tamaño de sus cuentas corrientes, como facebook o google.

En lugar tan hermético, auténtico seno materno para hombres que no saben que ya han nacido, cabe encontrarse con toda clase de sobresaltos y desvaríos. Puede que el mismo Dylan no supiera entonces que había nacido ya, envuelto en los pañales de sus héroes, de sus filias, sus fobias, entregado al juego infinito que le deparaba su gran talento, como músico y como escritor.

Allen Ginsberg, poeta beat, aparecía en una esquina en la icónica grabación del audiovisual del tema, con un jovencísimo, efébico, magnético Dylan sujetando de mala manera una serie de cartulinas con palabras extraídas de la letra de la canción, que iba dejando caer conforme sonaban cantadas, en una sincronización sorprendente. Ahí había un héroe de Dylan. Y el ritmillo ondulante cabalgado con chulería y un punto desvaído por el cantante, era marca registrada de Chuck Berry. Otro de sus héroes. Y si echamos la mirada arriba, en las fuentes de la que manó la inspiración de Dylan para escribir la canción, vemos también a papá Woody Guthrie. Si usas la escritura automática acaban pasando estas cosas, si al filtro, el propio autor, no le da por censurarlas.

BOB DYLAN en el set de la película de D.A. Pennebaker "Don't look back" , por Tony Frank (Sygma/Corbis)
A pesar de que ese tema de rock & roll destartalado, tan intelectual como desarrapado, casi de baratillo por los ropajes instrumentales y esa voz, no tenía nada que ver con la música del momento y, si acaso, podía, como mucho entrar en el mismo saco de desconcertante libertad que por entonces embebía a los Beatles, alcanzó un respetable puesto 39 en la lista de pop estadounidense y un aún más meritorio puesto 10 en las listas inglesas del ramo.

A estas alturas de siglo, cinco décadas más tarde, siguen saliendo cantautores de pop y de rock, y grupos de pop-rock, que, en su mayor parte, nunca llegarán a ser ni la vigésima parte de innovadores de lo que lo fueron las grabaciones de este periodo de Bob Dylan (por no hablar del talento, de la calidad de las letras...). Sorprende muchísimo escuchar a Dylan, y te hace plantearte muchas cosas de tu relación con el pop y el rock actuales, relación que definitivamente empieza a perder fuelle cuando para más autoflagelación te da por oír el disco del plátano de la Velvet Underground & Nico, de 1966... Sí, ya entonces estos señores de voz oxidada cantaban y contaban cosas que te dejaban sin resuello, y, encima, musicando sus talentos líricos de un modo simplemente increíble. Es lo que pasa cuando creces amamantado en el rock & roll y la poesía beat. No se pasa por ahí siempre, no da la casualidad de que en tu país hay una revolución estética y ética de enormes proporciones todos los días.

Sigue habiendo un rescoldo hoy en día de todo aquello, pero recordemos que ya ha habido tres erupciones de creatividad en el rock: en la primera, de fianles de los 60, fue actor decisivo Bob Dylan; en la segunda y en la tercera, finales de los 70 y finales de los 80, fue un gran detonante Lou Reed, o bien sus palabras torturadas o bien la música terminal, de belleza de cementerio antiguo, de la Velvet Underground. Y del rock inventado por Dylan han surgido escenas enteras, y resulta que es nuestro país donde más parece haber prendido esa forma de entender la música, desde los 80 hasta ahora, con el rock urbano que nunca acaba de marchitarse en el interés del público y esa variante poética (aún más dylanianas) que empezó en M-Clan y ha prosperado hasta el infinito a través de Fito y Fitipaldis, Pereza, Quique González y, en cierto modo, Amaral.

La semilla de la mezcla del  rock & roll y el blues de Chicago con el movimiento beat, después de tanto exprimirse, parece prácticamente agotada. Sólo veo ejercicios de estilo. Nos vemos asistiendo a los conciertos de rock como quien va al Palacio Real a escuchar sinfornías y óperas de hace siglos.

De momento, el pop y el rap parecen aún vivos y crepitantes, pero no sé...

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"... preparando el medicamento". O sea que Johnny lo que tramaba en su sótano era un remedio casero contra algún mal. Pero el hecho de que fuera en el sótano le añade ese toque ambiguo: si es algo sano y santo debería prepararse en la cocina; por otro lado, si es un sótano, de casa de ciudad ¿qué pinta un Johnny preparando nada? Un Johnny de campo podía estar preparando ese ungüento milagroso que se había mantenido en la memoria familiar, sobre todo si era un Johnny que viviera en soledad, un Johnny huraño, casi un marginal, harapiento, con su pobre casucha llena de trastos, hundido el tejado por varios puntos por las inclemencias meteorológicas y la mala calidad de la construcción y el mal matenimiento. Y si vivía en soledad ¿porqué ocultarse en ningún sótano? Total, que es un Johnny de ciudad, y que lo que preparaba no era un medicamento al uso. Si fuera un remedio casero seguro que la que se encargaba sería una mujer, su madre, y lo haría en la cocina.

Así pues tenemos a un Johnny que está preparando un remedio raro en el sótano. Johnny vive con alguien, con su familia, o con alguno de sus progenitores, que están separados. No creo que tuviera hermanos porque seguro que hubieran acabado metiendo la nariz en sus maquinaciones. Está lo bastante lejos de esa persona o personas que viven con él como para confiar en que le dejarán en paz en sus asuntos y no se presentarán en el sótano. En realidad a esa madre rendida de trabajar todo el día, que quizá haya acogido en casa a su nuevo compañero, lo que menos quiere hacer es ver la jeta de ese hijo esquivo e impenetrable que Dios le ha endosado. Si pasa grandes ratos en el sótano mejor para ella. Que se entretenga ahí abajo, que no incordie.

Según wikipedia lo que prepara Johnny realmente es codeína, un opiáceo ampliamente usado en medicina para tratar el dolor y, también, una sustancia psicotrópica en sí misma, heredera del opio que consumían los pioneros en eso de colocarse, los ingleses del siglo XIX. En wikipedia describen un proceso de destilado consistente en hervir en agua pastillas medicinales con paracetamol y codeíana para sacar los principios activos en su mayor pureza. ¿Era eso lo que cocinaba Johnny? ¿La primera frase de una canción de 1965 que se oía en la radio, para todos los públicos, hacía referencia a un colgado que elaboraba droga? Claro que Dylan usa un lenguaje metafórico, confuso, al menos en esta parte de la canción. De todos modos, ¿qué podía estar haciendo ese chico sin afectos encerrado en un sótano, qué podía salir de su "cocina"?

Como digo Dylan empieza con la primera en la frente, contando cosas de gente marginal que hace cosas ilegales. Como cuando los bluesmen hablan de paisanos que se dedican a destilar alcohol de alta graduación: describían lo que veían, y veían a esos cocineros o alquimistas de alimentos de la risa porque, picados de curiosidad por saber de dónde salía eso que estaba tan rico, dieron con sus orígenes. Pues eso, que si Dylan hablaba de ese productor de droga a pequeña escala es porque la droga, en sí, le interesaba. La droga rodeaba el ambiente musical y, por otro lado, los escritores de la generación beat no tuvieron reparos en probarlo todo. Y Dylan, amigo entonces de gente como Allen Ginsberg, como da fe el propio vídeo de "Subterranean homesick blues", no podía menos que dar la razón a sus mayores, y dedicarse a explorar los recovecos de su mente.

Si la canción empieza con alguien preparando droga ya sabemos que el resto de ella va a estar sometida a su influjo. La "añoranza subterránea" del título puede referirse a que la resaca de imágenes que deja en la orilla el subconsciente de Dylan en el momento de bajón pertenezcan a un tiempo pasado, a una inocencia empañada por una educación demasiado estricta: la canción está llena de órdenes, consejos, correcciones en tono exhortativo... En el fondo el hecho de consumir drogas no deja el alma de Dylan en paz, hay algo que le reconcome. Puede ser que durante muchas horas de conciencia Dylan fuera, como decía al principio, un niño pequeño absorbido por su pequeño mundo, feliz, sin culpas, sin pasado ni futuro, todo es presente, pero de pronto, cuando se vacía la habitación, cuando el cuerpo acusa el cansancio, cuando las cosas recuperan su brillo sucio, su imperfección, empiezan las dudas.

dimecres, 22 de juliol del 2015

BAKALAO: el génesis

Viene de Dejémoslo claro: el bakalao mola.


El artículo que dedican en wikipedia al fenómeno está muy bien, si bien no es fácil de encontrar así de primeras. El título del artículo es “Ruta Destroy” en lugar de ser Mákina o Bakalao, con lo que… El único problema es que ignora por completo el impacto brutal que tuvo el bakalao en el sur de la provincia de Alicante, que rápidamente traspasó la frontera murciana. No creo que sea correcto decir que el centro de todo estaba en Valencia capital porque en estas tierras a mediados de los 80 el bakalao era un fenómeno alucinante. De cómo se pasa en unos años de las discotecas con reservados a dedicar la vida y el cuerpo a una música que no era rompedora, sino lo siguiente, que no tenía nada que ver con lo anterior, es algo digno de estudio. De entrada a los neófitos el tema nos intimidaba. Era un movimiento para adultos, para chicos y chicas de más de 18, con ingresos suficientes como para tener un coche para ir a las siempre lejanas discotecas (o con unos padres con ingresos suficientes, también) y para pagar las caras entradas y la cara droga (otro de los elementos más inquietantes para muchos).

Discoteca Maná Maná (fuente: http://www.komandoradikal.com)
De cómo se pasa de ir a la discoteca o al bar, para socializar con los amigos o para ligar, a sumergirse en el magma de un sonido atronador, entregarse a la ceremonia del exceso porque sí, rodeado de decenas, o cientos, de congéneres con el mismo propósito, habla de un país en el que, desde luego, la juventud se tomó la libertad por la cara.  Los fenómenos de la movida y del rock radical vasco respondían, con sus respectivas visceralidades, al mismo patrón, si bien la movida valenciana dislocada por el bakalao nunca ha gozado del mismo reconocimiento, o de reconocimiento alguno, para ser exactos. Desconozco las razones porque si miro atrás, hacia esa fiebre que yo sólo viví de soslayo, veo un fenómeno que no deja de alucinarme. Es como estar en el lugar más futurista del mundo, a finales de los 80, por delante de los países anglosajones, fuentes y referentes de todo. Coger su música más underground y convertirla en referente de miles y miles de personas, que, de repente, eran capaces de entender y disfrutar de música que en sus países de origen pasaba inadvertida por lo inaccesible. Y pincharla a un volumen brutal en macrodiscotecas situadas en polígonos industriales. Y no cerrar en todo el fin de semana, la noche confundida con el día. Y, mientras tanto, crear técnicas para pinchar esa música, y, de ahí, a hacer música inspirada en los originales. Las raves británicas aparecieron en 1987, unos cuantos años más tarde de que en Valencia y en el sur de Alicante se descubriera que no hacía falta cerrar la discoteca, que la gente no se iría nunca.

Como decía alguien es una lástima que no se haya estudiado el fenómeno en profundidad porque es realmente fascinante. Es lo que pasa por estar aquí en este andurrial valenciano, fuera de los centros de poder.

Tiene características muy marcadas, que lo diferencian de las otras movidas que he comentado. Si en Madrid y el País Vasco giró en torno a grupos, que crearon tanta buena música que aún es posible esperar unos cuantos años más a otra nueva explosión pop (es un decir), en Valencia las aportaciones fueron más bien escuetas, si bien, como los anteriores, los músicos supieron crear sus propia escuela española de techno dance, y los que no, los que se limitaban a imitar sonidos foráneos lo hicieron también de maravilla. El rock radical vasco estaba fuertemente ideologizado, describía un estado de ánimo, como contar la supuesta guerra mantenida entre el Estado y ETA desde el otro lado; el bakalao carecía de ideología pero al menos no establecía bandos: todos pueden bailar, opresores y oprimidos. Por último en el bakalao no había postureo ninguno, ni sus oficiantes pretendían superioridad moral sobre nadie: cualquiera podía unirse, lo que lo diferencia radicalmente de los primeros tiempos de la movida, marcada por el esnobismo y el clasismo.

El bakalao se convirtió rápidamente en un movimiento musical para la clase trabajadora: sólo quienes contaban con un sueldo podían permitirse pasar el fin de semana en la “nube”; mientras, los estudiantes universitarios, generalmente de clase media-alta, observaban el fenómeno con recelo, sumándose a él por la puerta de atrás, en las versiones light de las discotecas KKO (en Torrevieja, abierta en 1992, en pleno esplendor del género) o Sakkara (Guardamar).

Esos currantes veinteañeros tenían cultura la mínima y, como digo más arriba, entendían más de música que casi todo el mundo a la altura de 1986, anticipándose por años o décadas a la cultura del baile que después se iría desparramando por todo el Globo.

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Juan Santamaría, a la dcha. (levante.com)
Bueno, pues según el artículo de wikipedia todo empezó en la denominada movida valenciana, fenómeno que no tuvo mucha trascendencia fuera de la ciudad de Valencia, pero pareció sentar las bases del futuro bakalao. Todo fue como una casualidad, que se fue inflamando debido a las características económicas y sociales de la región, de las que hablo en mi primer post dedicado al bakalao. En la ciudad de Valencia pegó muchísimo el fenómeno Neo Romantics, lo que explica la existencia de numerosos grupos de tecno pop, el género favorito de los discípulos de Lord Byron y Beau Brummel. Vídeo, Glamour, Betty Troupe, con su sonido sintético, reflejaban el interés de los más enterados del mundo musical valenciano por lo último de lo último en el Reino Unido. Así, según el artículo, en España desembarcó Soft Cell por Valencia. El synth pop era esa rareza que alegraba la noche en los pubs valencianos, pero no tenía aún su centro neurálgico. Un visionario llamado JUAN SANTAMARÍA llevaría a cabo la maniobra que desencadenaría en poco tiempo el nacimiento del bakalao. Este señor creyó que los melómanos más enterados de la ciudad necesitaban su propia discoteca. Estamos hablando de finales de los 70.

Antes del cambio de década ya había puesto la miel en los labios de algunos en su primer proyecto, la discoteca Oggi, que fue cerrada por problemas con el tráfico de heroína (el estigma de la música de baile…). Antes de eso, Santamaría, imaginando la discoteca como un lugar para descubrir y bailar la música más avanzada, pincharía synth pop y post-punk británico. Luego, Metrópolis, en donde quiso crear, ampliando su eclecticismo, un lugar de acogida para todas las tribus urbanas de la ciudad (mods, rockers, skas, punks, góticos, etc.), en una amalgama que, obviamente, no acabó bien.

BARRACA, por dentro. Aún está abierta (fuente: http://www.levante-emv.com)
El deambular de Santamaría acabó en 1980 en Barraca, demostrando que su idea tenía y tendría, como sabemos, mucho recorrido. Barraca estaba a 20 km. de Valencia, en el término municipal de Sueca. Llevaba abierta desde 1965 y hasta ese momento era un templo de la música disco. Santamaría entremezcló con el funk y el soul bailable sus filias británicas, tan distintas, brumosas y chirriantes que supongo que se produciría un cambio de público radical.

El cambio de look de Barraca se consumaría en 1982, con la sustitución de Santamaría a los platos por CARLOS SIMÓ, que, según wikipedia, puso aún más énfasis en las músicas blancas, en las músicas británicas, en oposición a la música disco dominante en todo el mundo durante más de un lustro. Esas músicas blancas incluían a unos recién estrenados por entonces U2, DEPECHE MODE, THE CURE, THE SMITHS, JOY DIVISION, THE STRANGLERS, THE CLASH, BIG AUDIO DYNAMITE, SIGUE SIGUE SPUTNIK, GENERATION X, PUBLIC IMAGE LIMITED, B-52, A FLOCK OF SEAGULLS, VISAGE, ULTRAVOX, INMACULATE FOOLS, PSYCHEDELIC FURS, SIMPLE MINDS, THE PRETENDERS, A POPULAR HISTORY OF SIGNS, THE FALL, HOODOO GURUS, YAZOO, OMD, NINA HAGEN, TEARS FOR FEARS y hasta los STRAY CATS. Eran, como dicen en http://rutadestroy.com/historia-de-la-ruta/origen-de-la-ruta, por entonces grupos alternativos, que después, algunos de ellos, se convertirían en grandes estrellas. Eran, también, de lo mejor que la música pop ofrecía en ese momento, arriesgados, originales y muchos de ellos con esa aura tristona y melodramática que, incluso hoy, suena en lo que queda del bakalao contemporáneo. De esa pasión por un momento musical entonces de lo más excitante surgió, pues, una revolución.

Lo suyo ahora es hacer una playlist con canciones de la época de esos grupos tan guapos, para ponernos en situación, cosa que haré en breve.

Y aquí está.

1982: Y entra en escena Chocolate, y con ella, la llegada a España de la EBM y la coolwave, antecedentes inmediatos del sonido mákina.


dilluns, 20 de juliol del 2015

Dejémoslo claro: el BAKALAO mola



A principios de los 80 había una discoteca en Santa Pola (Alicante) llamada Maná Maná. Ponían after-punk, rock industrial, electrónica de baile agresiva… música tan abrasiva e indigesta que enseguida fue bautizada como bakalao. Como todas las discotecas de la época en España abría a las tantas y cerraba al amanecer. El público iba drogado hasta las cejas y se dedicaba a bailar espasmódicamente. En esa era una, con 13 ó 14 años, sabía que existía Maná Maná por las pegatinas de los coches y por los anuncios en Radio Elche.

Portada de "Héroes de los 80", de Los Nikis, recopilatorio de 1991. Hay que fijarse en la puerta del coche (fuente: discogs.com)
 Ya a mediados de los 80 el bakalao era parte de la programación diaria de la mencionada emisora. Es decir, detrás del “Into the Groove” de Madonna sonaban Nitzer Ebb; Anne Clark precedía a los Housemartins y el “No me beses en los labios” de Aerolíneas Federales iba de la mano de Alien Sex Fiend. Yo, cuando sonaba bakalao cerraba los oídos: era la música de Satán. Frente a la limpia melodiosidad de la música pop de los 80 aquello era un taladro en mi pobre cerebro púber. El rechazo a ese sonido, entonces muy fuerte en el Benelux que creó la EBM (Electronic Body Music), se fue apagando conforme iba haciéndome mayor; empezaba a salir en mi tardía adolescencia y me quedaba embelesada con el bakalao amable (ya entonces rebautizado como sonido mákina) que pinchaban en la discoteca Genius (en la Calle José Bernad Amorós, en el emplazamiento del antiguo cine Gayarre; hoy, un Mercadona, creo). Había canciones extraordinarias, como “Último imperio”, de los italianos Atahualpa, con su mensaje reivindicativo de las culturas precolombinas y crítico con la brutalidad de la conquista.

De ahí a escuchar las cintas de sesiones de pinchadiscos de sitios como Central Rock (Almoradí) o Metro (Bigastro), que los amigos ponían a todo volumen en el coche, amigos de ojeras profundas como la noche, negras como la resonancia que el nombre de esas discotecas dejaba en mis oídos.  Yo creo que sólo fui una vez a uno de esos antros, con un amigo al que le debo una de las noches más divertidas de mi vida (que de todos modos no ha sido muy generosa en hazañas nocturnas). Como estaba medio borracha ni recuerdo dónde fue exactamente, sólo que la música sonaba tan alto que tu cerebro se disolvía en ella, violado sin remedio. Esa era la forma de diversión en aquella época para mucha gente: los que iban a bailar como locos como un ritual más del fin de semana, sin mucho desfase, sin mucha química de por medio, los menos; los que habían convertido moverse por aquellos lugares en su forma de vivir el fin de semana, los más. Éstos últimos se corrieron juergas inimaginables para una servidora, consistentes en algo tan inocente y al mismo tiempo tan salvaje como entregarse al baile sin fin.

El valenciano Julio Bustamante tiene una canción preciosa (como casi todas las suyas, por otro lado) titulada “Cargo de mí”, editada muy apropiadamente en 1987. La letra de la canción hace referencia a una chica sonada a la que Bustamante y unos amigos encuentran en la carretera: “Trabajo tanto que cuando llega el fin de semana estoy a punto de estallar”, dice ella, para justificar su estado. Ese era el correlato: los jóvenes de clase trabajadora tanto del cinturón industrial de Valencia como de la zapatera Elche podían trabajar tantas horas que eran buenas víctimas para el hedonismo sin fin ni cabo. El cuerpo y la mente saturadas de estrés y agotamiento físico se sacudían y se ponían del revés en alas del bakalao.

Los 80 fueron buenos tiempos para el ocio juvenil: no había horarios de cierre en pubs y discotecas, no había restricciones de edad; chicos y chicas de 13 y 14 años salían y entraban a sus casas a cualquier hora… La libertad recién recobrada después del franquismo era beber cubatas apoyados en un coche en el centro de la ciudad. El patriarcado fue sustituido por una generosa tolerancia paterna y, especialmente, materna, madres que hacían de abogadas de sus hijas. Encima, en un lugar enamorado de la noche como era la zona de Valencia, esa libertad adquirió tintes épicos.

No sé dónde leí que ya en el Renacimiento las clases populares de la ciudad de Valencia dedicaban el fin de semana a pasear de noche en orden casi militar por las calles, recobrándose de la penosa carga del día a día en un lugar con altas temperaturas diurnas durante buena parte del año. Las fiestas patronales se celebran en los lugares más destacados de la región por la noche, y tienen tintes catárticos y telúricos, están repletas de fuego y esperanza de renovación (las Fallas, las Hogueras, la Nit de l’Albà), noches en las que la destrucción, el ruido, con el peligro consiguiente, es la fiesta. En la ciudad de Elche, hasta no hace muchas décadas, las noches de verano las pasaban los vecinos sentados a la puerta de sus casas, para captar los escasos mechones de fresco nocturno.  Ahí podían dar las tantas.

En un pueblo, pues, tan volcado en la vida callejera, tan propicio a la fiesta, la llegada del techno destroyer fue como la guinda del pastel. Claro que ese asunto partió las ciudades en dos: el aire de ilegalidad que pudieran tener las raves británicas a finales de los 80 lo tenía la Ruta del Bakalao de la Vega Baja alicantina. Todo el mundo sabía que allí se movía droga a espuertas, pero ¿qué mundo? Sólo los jóvenes estaban al tanto de esa extraña movida; para los adultos era un misterio el lugar donde sus hijos se tiraban el fin de semana. Era como si esos jóvenes pertenecieran a una sociedad secreta, a una secta: nadie sabía nada; nadie se iba de la lengua. O sea, que muchos jóvenes consumían speed, mescalina, coca, pero sus padres no sabían nada. Llegado el lunes los prematuros zombis levantaban sus cuerpos deshechos por la fiesta para rehacerse en la rutina agotadora del trabajo, como en el mito de Sísifo, en un ir y venir entre el cielo y el infierno en el que el exceso de uno u otro podía ser mortífero. Esos chicos no eran conscientes del peligro en que ponían sus vidas. O sí eran conscientes de que la droga era mala para la salud, pero que eso no le pasaba a ellos, que ellos controlaban, que en la moderación estaba la virtud.

A juego de esa gran mascarada en la que los engañados eran los padres estaba esa música despiadada, que echaba para atrás al más pintado. No sé hasta qué punto el precipicio generacional que abrió la cultura del bakalao pudo influir en una progresiva destrucción de los lazos familiares  en estas latitudes pero sí que está claro que aquellos que no fueron capaces de dejar en el fin de semana y en su más tierna juventud los vicios adquiridos se convirtieron en una generación perdida. Los 80, de cualquier modo, fueron una mala época en ese sentido en toda la geografía nacional; aquí fue el speed; en el Norte y el Centro, la heroína.

El secreto se convirtió en secreto a voces a principios de los 90, momento en que los medios de comunicación se hicieron eco de la Ruta del Bakalao, es decir, el éxodo de fin de semana de cientos de jóvenes madrileños al nuevo dorado valenciano, que con Chocolate o Barraka hacía de espejo del fenómeno en la Vega Baja alicantina. Alguien se iría de la lengua y de pronto nuestro estruendoso secreto fue expuesto al público general, horrorizado ante la perspectiva de chicos y chicas bailando desatados con los ojos en blanco. Tantos siglos de civilización (es un decir) para acabar así, como salvajes dando saltos alrededor de una hoguera. Coincidió el “descubrimiento” del fenómeno con el intento de convertirlo en un producto comercial. Después de una década en la que se importaba el 100% del producto una serie de músicos valencianos decidieron crear su propia versión del sonido mákina: Chimo Bayo y su “Así me gusta a mí” sonó hasta en los 40. Es, también, un clásico de la música de baile española.

Si el fenómeno del bakalao conocía entonces su momento álgido también comenzó ahí su lento declive. Los medios de comunicación madrileños se dedicaron a ridiculizar el fenómeno, reducirlo a una verbena pueblerina desfasada con ritmos machacones; el polo musical catalán, con las revista Rockdelux y Ruta 66, se limitaron a ignorarlo, cuando no a denigrarlo, con la excepción del periodista Luis Lles, generoso en su apreciación de la aportación valenciana al acervo de la música de baile global. En todo caso ellos, en sus madriles de polvorienta decadencia de la movida y en sus barcelonas ochenteras capitales del muermo, no sintieron el escalofrío que una, melómana desde mi más tierna infancia, sentía ante unos sonidos que no se parecían a nada, aún en los ochenta, únicos, inquietantes y revolucionarios que acabaron mezclándose, ya en los 90 con el hard trance y el eurobeat, hasta diluirse en la nada.

Continúa con Bakalao: el génesis.